Fuera de onda
Decíamos ayer…
Sí, José Luis, ya sé que has leído en un artículo que Fray Luis de León probablemente nunca pronunció esta frase al reincorporarse a sus clases después de su estancia en prisión, pero aquí siempre hemos sido más amigos del mito que de la realidad, porque la realidad tiene la manía de decepcionar continuamente, así que deja que siga con lo que iba a comentar, ¿vale? Venga, gracias.
Qué pesadilla de muchacho, de verdad.
En fin, que tras un paréntesis raro que nos ha durado ya dos años poco a poco empezamos a intentar volver a ser como antes (que no volver a la normalidad, que a ver quién podría querer eso para sí mismo). Y quien más quien menos se está dando cuenta durante el proceso de que a lo mejor resulta que la persona de hace dos años no es la misma que la de ahora, y toca buscar un vaso de agua que nos ayude a tragar esa píldora sin que amargue demasiado por el camino.
El primer mazazo nos lo llevamos bien pronto, cuando nos encontramos con que ni siquiera encerrados en casa y sin nada más que hacer nos apetecía sacar a mesa ese juego que habíamos comprado con tanta ilusión y que guardábamos para cuando tuviéramos tiempo. Cuando esas miniaturas nos miraban desde su gris a ver si les dábamos esa manita de pintura que nos decíamos que les daríamos cuando anduviéramos con menos jaleo y nos limitamos a encogernos de hombros y ponernos a amasar pan casero. Cuando resultó que tantas de esas cosas en las que habíamos puesto tanto interés, al final, nos daban bastante igual.
Y ojo, que el hecho de tener juegos de mesa en casa (eso y el Animal Crossing, todo sea dicho) hizo muchísimo por ayudarme a mantener la poquita cordura que me quedaba. Sentarnos en la mesa a revisar los mapas de ¡Aventureros al tren!, repasar combinaciones en Dominion o echar un duelo a cara de perro a Terraforming Mars nos alejaba de la pantalla del ordenador y de las cifras diarias de muertos y resultaba un reinicio necesario, proyectarnos en un tablero o un mazo de cartas para olvidarnos por unas horas de las cuatro paredes que parecían rodear cada vez menos espacio. Pero incluso en ese caso me veía viviéndolo de manera distinta, centrado más en el acto que en el objeto: lo importante era jugar, no el juego.
Lo mismo pasó con las partidas de rol que pasaron de la mesa a Discord y Roll20, y que se convirtieron en ventanitas a lo que nos esperaba fuera. Esa fue mi vía de escape y la conexión con el exterior, no la única, pero sí aquella en la que nos podíamos permitir fingir que no pasaba nada, que estábamos ahí solo para pasar un buen rato y que, aunque nos preguntábamos, claro, cómo estábamos y qué tal lo íbamos llevando, el objetivo último no era únicamente eso. Lo que han hecho estas plataformas y otras como BoardGameArena, Vassal o SpellTable por nuestra salud mental es algo que no sé si algún día llegaremos a recompensar del todo.
Poco a poco esas videoconferencias y chats han ido volviendo a dar paso a los cafés y las visitas, los dados han vuelto a rodar robre las mesas y nos hemos acordado de cómo sonaban nuestras voces sin que las oyéramos a través de un altavoz. Y aún no es lo mismo, y quizá nunca vuelva a serlo del todo, pero al menos es, y una victoria es una victoria al fin y al cabo.
Ahora vuelvo a pasear por las tiendas sin prisa, culpabilidad ni miedo, y me doy cuenta de lo que he recuperado y lo que he dejado atrás. Veo que miro más hacia mis propios estantes que a los de las novedades, que no puedo evitar juzgar esas cajas que llevan dos años, en el mejor de los casos, sin abrirse con cierto desdén como a, y toca también reconocerlo, esa gente de la que no he oído hablar en este tiempo y que, cortado el cordón, resulta que no echo tanto, o en absoluto, en falta. Al menos, eso hay que reconocérselo, la gente que sobra se aleja sola, pero las cajas de los juegos de más siguen ahí ocupando espacio muerto si no hace uno nada al respecto.
No todo, por suerte, es rencor, claro: se abre la posibilidad de volver a ver a la gente con la que habíamos ido sobreviviendo a base de gastar bromas tontas en el grupo de WhatsApp, y ahí están la caja de Twilight Imperium o la de Blood Rage preguntando que cuándo les toca, que ya va siendo hora. Y puede que haya que concretar quién, cuándo y dónde, pero sabes que las ganas están ahí y la ocasión se acerca, y eso es también motivo de sonrisa.
Puede que no hayamos salido mejores ni más fuertes, pero estamos saliendo.
Me miro en el espejo de hace cinco, seis años y me cuesta reconocerme, sobre todo en mi actitud hacia la afición: leo entradas de entonces y me recuerdo ávido, atento a todo lo que salía y deseoso de conocerlo todo. Me leo después, entre el desengaño y el enfado ante una maquinaria más preocupada en el producto que en la experiencia, y por fin me veo ahora: apartado en cierto modo del mercado aunque con las mismas, si no más, ganas de vivir lo que puede dar este mundo, esta vez a mi ritmo y mi manera. Riendo y disfrutando con juegos ante los que antes había fruncido el ceño por encontrar que ahora sí busco lo que ofrecía. Descubro que ya no siento ningún interés por conocer el mercado, que si me presentan algo nuevo me puede llamar la atención y no voy a negarme a probarlo, pero que ya no estoy buscando nada. Que estoy totalmente fuera de onda, y que me da igual. Que me siento como se sentía Bebé Oso antes de que llegara la niñita rubia esa a joderlo todo.
And I feel fine.
Eso que comentas de que hace unos años estabas «on fire» es muy común cuando realmente estás a tope con algo y en la cresta de la ola. Sea por una pandemia o por cualquier otra razón, nos suele pasar que, cuando tenemos que parar, lo hacemos y descubrimos que es alucinante la cantidad de energía que llegábamos a invertir en lo que nos apasiona.
A mí en esos momentos me gusta pensar en algo que le leí una vez a Miguel Barceló: «Todo funciona igual de bien sin nuestra intervención. Es una buena cura para la vanidad. Entiendes que aunque dejes de actuar sobre el mundo, éste sigue su ritmo. Que nadie es imprescindible y son muy pocos los que te echan de menos»
Probablemente hay un tiempo para todo, incluso para dejarse la piel en ser una referencia en el mundillo de los juegos de mesa. Pero cuando bajas el ritmo y cedes el testigo, es bastante normal que puedas llegar a tener una visión más distanciada y un disfrute más sosegado de lo que no deja de ser una afición.
Es un gusto volver a leerte, la manera en la que hablas de los juegos de mesa siempre me había parecido sumamente amena ya que se notaba en todo momento que lo hacías solo por querer compartir tu opinión, sin ningún adorno y es algo que se extrañaba.
Ojalá pronto nos sigas compartiendo tu opinión de los juegos, no importa que no sean novedades (que es algo genial de tu blog, ya que es raro encontrar alguien que hable de los juegos que ya tienen un rato en el mercado).
Un saludo desde México