Terraforming Mars – Sí, yo también.
Jacob Fryxelius, 2016 – Fryxgames (Maldito Games)
Bueno, quitémosnoslo de encima cuanto antes: sí. Efectivamente, tal y como lleva todo el mundo semanas diciendo, Terraforming Mars es un señor juegazo. Y como he llegado tarde a la fiesta, me temo que poco voy a poder decir que no hayáis leído ya chorrocientas veces, así que poco me queda hacer que no sea ir confirmando cada una de las cositas que se han dicho de él. Venga, al lío.
Por si sois tan leales a El dado de Jack que no leéis ningún otro blog ni escucháis ningún podcast ni os metéis en Youtube a ver reseñas (que yo os agradezco el fervor, pero os estáis perdiendo cosas muy chulas), os cuento así en plan rápido: Terraforming Mars es un juego en el que vamos a eso, a terraformar Marte. Para ello tenemos varios tipos de recursos, quizá siendo el más importante el dinero, que vamos a usar para jugar cartas, poner ciudades, bosques y lagos sobre el tablero y elevar la temperatura y la concentración de oxígeno del planeta. Cuando todos los baremos de terraformación se hayan cumplido, el juego termina y el que más puntos haya conseguido a base de terraformar, colocar bosques y ciudades, cumplir objetivos o jugar cartas que le hayan dado puntos directos es el ganador. Sí, la explicación es muy general, pero ya os digo que hay cantidad de gente que esto de explicar reglas lo hace mucho mejor que yo.
Sí, la chispa de Terraforming Mars está en ir fabricándote tu combo, y es básicamente un juego de cartas con un tablero en el que vas colocando fichas, pero que no es donde está la mayor parte de la gracia. Estamos ante un juego con 233 cartas, y al final de la partida el que ganará será, con toda probabilidad, el que haya sabido montárselo de tal manera que cada una de esas cartas sinergice con las demás. Y esto a mí, como fan letal que soy de Magic: el Encuentro, es una de esas cosas que me enamoran.
Ya, la interacción es bastante limitada, pero tampoco hasta el punto que dicen por ahí de que sea un juego solitario con varios jugadores. Aparte de las contadas cartas de “quítale plantas a un jugador” o “reduce la producción de X de un jugador” que, si os soy sincero, quizá es lo que menos me gusta del juego (si quiero jugar a Munchkin, juego a Munchkin, no a un eurazo de gestión de recursos), la colocación de las losetas puede tener muy mala leche, y la priorización de acciones va a ser fundamental si quieres evitar que te roben un hito jugoso o que te planten una ciudad en el sitio que tú querías. Que a ver, no es ningún Blood Rage pero para el tipo de juego que es ya va bastante bien.
Puede que sí, que el juego tenga una duración mayor que la de los juegos que se suelen publicar estos días, pero hay una diferencia importante entre que un juego sea largo y que se haga largo. Una partida a Terraforming Mars puede llevarte tus dos horitas, y no va a variar mucho según el número de jugadores, pero son dos horitas en las que estás haciendo cosas todo el rato, y sólo te das cuenta del tiempo que ha pasado, como pasa con las partidas molonas de Battlestar Galáctica, cuando miras el reloj al terminar.
Y sí, merece la pena jugarlo con las corporaciones y la regla de pasarse cartas desde el principio, que aumentan la cantidad y valor de las decisiones que tomas una barbaridad, eliminando además la queja típica de mal perdedor de “es que no me han salido cartas buenas”. Bueno, la queja no la va a eliminar porque el que es un llorón lo es en cualquier circunstancia, pero al menos le va a quitar (más) razón.
Y en cuanto a los componentes… Vamos a ver. Sabéis que soy un firme defensor de la idea de que no hay juego sobreproducido y de que los componentes táctil y visual en un juego forman parte fundamental de la experiencia de la partida, que sí, que lo importante serán las reglas y todo lo que digas, pero un solomillo con salsa de pimienta se disfruta menos si te lo plantan en un plato de papel con una rebanada de pan de molde. Y no voy a decir que los componentes de Terraforming Mars son una chulada porque no os voy a mentir si no estamos jugado a Diplomacia, pero tampoco es que sean tan horrendos como alguno se ha apresurado a gritar. Las cartas no son para tirar cohetes, pero tampoco son de esas que se pican con mirarlas, y los cubitos tienen esa esquina que parece que estén “tocados”, pero llevamos ya unas cuantas partidas con la misma copia y tampoco es que se hayan descascarillado más.
Lo que sí que resta de la experiencia es el asunto de los tableros individuales. No ya que sean de cartulina (costumbre bastante común y fea últimamente), sino que como tienen varios registros para llevar la cuenta de la producción de los distintos recursos, el ir moviendo cubitos de un lado a otro y, sobre todo, intentar que se estén quietos donde los ponemos es un incordio, y prácticamente todo el mundo que conozco que ha comprado el juego y le ha gustado (que vienen siendo casi todos, vaya) se ha hecho con algún tipo de organizador para apañar ese asunto. Mi favorito es el de Customeeple, que es un metacrilato que colocas sobre el tablerito y te sujeta los cubos que es gloria de ver, y asunto arreglado.
Bueno, pues para no tener nada nuevo que añadir al tema me he quedado bien a gusto, pero va tocando cerrar el chiringuito. Resumiendo, Terraforming Mars es todo lo que dicen de él: un juego de combinar cartas y gestionar recursos de manera eficiente con el puntito justo de interacción para no quedarte embobado mirando tu mano de cartas y tu tablero individual olvidándote de los demás y que si bien no tiene los mejores componentes del mundo (y es que Maldito Games nos tiene últimamente muy mal acostumbrados con los pepinazos que nos pone en las estanterías), tampoco es nada terrible. A mí, como a tantos otros, me ha encantado y no encuentro ningún motivo para no plantarle mi sellaco de aprobación, así que ahí va:
Totalmente. Mis dieses.
¿Para cuándo otro videotocho?