The Mind y la sopa de piedra

El conejete toma drogas. Por eso le gusta este juego.

Wolfgang Warsch, 2018 – Nürnberger-Spielkarten-Verlag

El conejete toma drogas. Por eso le gusta este juego.

De vez en cuando surge uno de esos juegos (aquí estoy estirando la definición de la palabra, pero me adelanto) de los que se ven muy poquitas copias, y sobre los que se crea una especie de culto. Todo el que lo juega dice que es una maravilla, que es lo más innovador que ha visto en mucho tiempo y que te da una nueva perspectiva sobre el mundo de los juegos de mesa. Y claro, como lo dice todo el mundo y lo dicen muy convencidos, tendrá que ser verdad, ¿no?

Investigamos, porque tanto influencer no puede estar equivocado, y leemos las reglas. Un mazo con cartas del 1 al 100, repartimos una carta a cada jugador, y la cosa va de que hay que jugar todas las cartas, en orden ascendente, sin hablar ni hacernos gestitos. Si lo conseguimos, nos dan dos cartas a cada uno y lo mismo, así hasta llegar al último nivel o perder todas las vidas. Parece una chorrada, pero dicen que no, que es que hay que vivir la experiencia de la partida porque si no es imposible extrapolar algo tan místico de un simple texto. Y los grandes juegos son muchas veces así, dos reglas que puestas en práctica nos llevan a una experiencia de juego emergente que es algo más que lo que las reglas te dan a entender.

Curiosamente, en The Mind el caso es el opuesto: la experiencia de juego es aún más insulsa de lo que parecía en las reglas. Tú repartes las cartas, miras a tus compañeros y a ver quién es el primero en jugar una carta. Y a partir de ahí, se inicia un periodo de entre 3 segundos y 10 minutos hasta que llegáis a la conclusión de que en realidad es cuestión de contar mentalmente e intentar hacerlo de manera sincronizada, y ya.

Espero los comentarios de “pues a mí me funciona. Es una de esas chorradas que no deberían ser divertidas pero que lo son”, y no dudo que para alguien dispuesto a divertirse cualquier actividad lo vaya a ser. Mirar a la gente en el metro e inventarse sus historias es muy entretenido, pero meter fotos de gente en el metro en una caja y venderla como la experiencia narrativa definitiva es un poco tomarle el pelo a la gente.

La fábula de la sopa de piedra cuenta la historia de un viajero que, ante la negativa de los lugareños por ofrecerle algo de comer, pone una olla al fuego con agua y una piedra dentro. Todo el que pasa junto a él le pregunta qué hace poniendo una piedra a hervir, y él le cuenta que está preparando una sopa de piedra, que es deliciosa, y que le dará un poquito a cambio de algo para darle “el detallito que le falta para alcanzar la plenitud de sabor”, y ese detallito empieza siendo un nabo, luego un manojo de zanahorias, después unas patatitas, luego un puerro, algo de tocino, unos muslos de pollo, y al final el colega se marca un señor cocido que todo el que lo prueba coincide en que está buenísimo. The Mind es la piedra de la sopa de la experiencia lúdica, y diez minutos con uno a tres amigos siempre va a ser algo agradable, incluso aunque quitemos esa piedra de la ecuación.

No voy a decir que lo probéis para ver si esa experiencia os interesa, porque es una experiencia que ya habréis probado jugando con la familia al As que Corre, las Tres en Raya o a sacar cartas a ver a quién le sale el rey de oros y gana. En lo que sí estoy de acuerdo es en que si necesitamos que venga un viajero con una piedra a descubrirnos que lo importante de una experiencia lúdica es la gente con la que la compartimos, a lo mejor toca pararse un ratito a pensar.

7 Comments on The Mind y la sopa de piedra

  1. Pues a mi no me funciona.

    Afortunadamente no te has detenido en el libre albedrio y has mostrado las vergüenzas del emperador

  2. En serio no tiene alguna mecánica más que solo eso? Me resulta super pobre, para eso lo hago yo en casa con papelitos y ya.

    Saludos desde Uruguay! Me gusta mucho tu blog.

  3. Digo, y probaste jugar siguiendo las reglas? Particularmente donde dice “no es un juego de contar segundos”? Porque obviamente asi le sacas toda la gracia!

    @Lev Mishkin: tiene algunas cosas mas el juego, pero no demasiado. Se puede jugar con cualquier mazo que tengas cartas en orden, incluso uno de poker poniendole orden a los palos. No es relevante que no sean 100 como en el original, mantiene la escencia por completo. PERO hay que leerse las reglas completas y no jugar segun lo que entiendo de ver una review.

    • No es un juego de contar segundos: es un juego de contar de manera sincronizada. Por cierto, eso no lo dicen en las reglas sino en un apartado que te dicen expresamente que NO leas hasta haberlo jugado 😉

  4. Pues a mi me funciona. 😀 😀 😀

    No, en serio. Cuando escuche a Pedro Soto hablar del juego en Días de Juego, me acordé del solitario imposible de la película de Gila “El Hombre que caminaba despacito” pero luego lo he jugado en casa y nos hemos divertido, nos hemos emocionado y nos hemos cabreado con la tontería. Por entre 0 y 6 euros que vale el juego, no creo que se esté engañando a nadie.

    Y sobre lo que “Todo el que lo juega dice que es una maravilla, que es lo más innovador que ha visto en mucho tiempo y que te da una nueva perspectiva sobre el mundo de los juegos de mesa.”, creo que dices algo que no es. 😉

    • Entre 0 y 6 euros te vale si no lo compras, claro. En tienda el precio está en torno a los 10 euros.

  5. Para ser mi blog de juegos de mesa favorito, me acabo de dar cuenta que comento poco. 🙂

    A mí, más que un juego, The mind me parece un experimento (o dinámica de grupo). Y como tal, me parece curioso ver cómo el grupo “resuelve” el experimento. Y ver si alguien es capaz de cumplir los requisitos de unas reglas tan exigentes, ya que piden que te conviertas es una estatua de piedra y solo te expreses lanzando al centro de la mesa una de tus cartas cuando lo consideres . Confieso que, al leer las instrucciones, torcí un poco el morro y la primera prueba la hice con una baraja de Toma 6! Pero, después de ver el “efecto”, me hice con una copia para tenerla a mano y poder poner en marcha el experimento cuando surja la ocasión con nuevos especímenes.

    Entre éste y el Ganz Schön Clever, ya siento curiosidad por qué otras ocurrencias habrá tenido el señor
    Wolfgang Warsch, para mí, el heladero que este verano se atrevió a crear ¡nuevos sabores!

    Saludos,
    Tabo

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