Robo Rally – Twonky y cinco más
Richard Garfield, 2016 – Hasbro

El hijo favorito no siempre es el que más alto llega.
Ah, los 90, qué década más… Así. Era como si el mundo entero fuera un chaval de 13 años, y yo mismo también lo fui durante 365 días, que no estaba la cosa para llevarle la contraria al mainstream. Todo era muy edgy y muy grimdark, pero también había mucho color chillón, hombreras y gomina: la era de Terminator 2, de Spawn y de las Spice Girls también fue la década en la que Richard Garfield nos trajo RoboRally, un juego en el que programábamos los movimientos de nuestros robots en una carrera por las salas de una fábrica vacía. También fue la década en la que echaban Padres Forzosos en Canal +, pero nadie es perfecto, ¿verdad?
Bueno, pues ya podemos estar tranquilos porque los 90 han vuelto: Chimo Bayo ha sacado un libro, nos podemos plantar una maratón de Madres Forzosas en Netflix, y Hasbro ha decidido reeditar Robo Rally, tras pedirle a Garfield que rediseñara las reglas y hacerle caso sólo en parte, porque oye, son Hasbro y a callar todo el mundo. Y claro, es Richard Garfield, pero es Hasbro, pero es Richard Garfield, pero es Hasbro, y a ver con qué nos quedamos. De todos modos, ya sabéis que yo soy un valiente y tengo muy poco autocontrol, así que aquí estamos, reseñando este juego del que ya tenía una copia pero que me he vuelto a comprar porque esta caja sí me cabe en la Kallax.
Aviso a navegantes: en el momento en el que abras esta caja, lo primero que vas a hacer es pillarte un buen cabreo, porque la calidad de las cartas y fichas es de vergüenza. Si vas a comprar esta nueva versión de Robo Rally, lo primero que te va a tocar hacer es soltar un par de euretes más en fundas si quieres que te dure más de dos partidas. Los robots son bastante majos, el pintado no es para tirar cohetes pero cumple, y los tableros sí que están bastante bien, mejorando los de la edición anterior, pero las cartas sobre todo son de tienda de todo a 1 euro, porque se ve que Hasbro es una editorial pequeña y no pueden permitirse componentes decentes. En fin.

En serio, enfundadlas.
Pero a lo que vamos: para jugar a Robo Rally escogemos un robot, su tablero (o cartulina delgaducha) y sus cartas, montamos el circuito como nos venga en gana con los distintos tableros y metas que tenemos en la caja (lo ideal es usar dos tableros y tres metas, pero nadie te impide usar más o menos) y hale. En cada turno robamos nueve cartas, escogemos cinco, las colocamos en el orden en el que queremos resolverlas y, cuando todo el mundo ha programado sus movimientos, se van resolviendo de uno en uno: se resuelven todas las cartas de la primera posición, luego todas las de la segunda, y cuando ya se han realizado los cinco movimientos, se roban nuevas cartas y vuelta a empezar, así hasta que un robot ha tocado las tres metas en orden.
Y puesto así parece sosote, pero nada más lejos de la realidad: recordemos que la carrera tiene lugar en una fábrica abandonada, y esa fábrica está llena de cintas transportadoras, engranajes rotatorios, pozos sin fondo y láseres de la muerte, como toda fábrica abandonada que se precie, y que hay más robots metidos en el ajo, con lo que un movimiento que creías que te iba a llevar a Murcia te acaba dejando en Bilbao porque Susana te ha dado un empujoncito que te ha metido en la cinta y entonces te has topado con un muro que no debería haber estado ahí y resulta que ese giro que te iba a llevar a la meta lo tomas tres casillas antes de lo que deberías y… Ah, y sin olvidar que cada robot tiene su láser frontal atascado en “muerte ardiente”, con lo que cada vez que miran ya te están sacando la fotito y te estás llevando tu cartita de daño.
Porque daño te vas a llevar, y como estamos en la era post-Dominion ese daño va en forma de cartas que metemos en nuestro mazo de movimiento y que nos tendremos que ir comiendo, limitando aún más nuestro movimiento cuando nos toquen. ¿Y cómo nos libramos del daño? Pues programándolo como movimiento, resolviéndolo y ya está, descartado. La chispita está en que al programar el daño, lo que hace generalmente es plantarnos un movimiento aleatorio en esa posición, con lo que ya la tenemos liada otra vez. De todos modos, en esta edición el daño no es excesivamente molesto, y desde luego mucho más suavecito que en la edición original, en la que se te iba acumulando y te dejaba movimientos fijos en el panel de programación, y el único modo real de quitártelo era apagar tu robot y quedarte un turno sin jugar, algo que nunca jamás en la vida mundial ha molado lo más mínimo.

Ninguno de ellos sonríe para la foto. Saben lo que les espera.
Pero si te parece poco caos, no pasa nada, que también tenemos la posibilidad de ir adquiriendo mejoras para nuestros robots al más puro estilo King of Tokyo, que no pasa nada por copiarse las ideas propias, ¿no? Sólo que en este caso el amigo Richard había pensado en un modo distinto para adquirir estas cartas pero se ve que el borrador de las reglas se lo comió el perro del desarrollador. Hay un hilo muy interesante en BoardGameGeek (aquí el enlace) que podéis leer si os interesa saber cómo era el reglamento que Garfield mandó a Hasbro.
Robo Rally ya era uno de mis juegos favoritos por esa combinación entre visión espacial, razonamiento lógico y caos sin adulterar que era su primera versión, y este cambio a mazos individuales (en la original había un mazo común y todos robaban de él para ver qué movimientos tenían disponibles ese turno) me parece muy fresco y, una vez probado, increíblemente lógico: sigue habiendo incertidumbre a la hora de ver con qué herramientas vas a poder trabajar cada vez, pero hay un cierto equilibrio y una sensación de justicia, de que no va a ganar Pepito porque le han tocado más “mover 3” que al resto. Sobre el daño no estoy tan convencido, y es que quizá lo hayan suavizado una pizca demasiado para mi gusto, pero eso no se nota tanto si se usa la regla “avanzada” de quedarte con las cartas que no programes en la mano entre turno y turno, que hace más difícil eso de ignorar las cartas reguleras que te salgan. Igualmente, cómo funcionan ahora las cartas de opción le da más variedad aún al juego (en el original era muy complicado hacerte con alguna), e incluso mejor si usas las reglas del diseñador (se te reparten 3 al principio de la partida y las puedes comprar cuando quieras pagando su coste en cubitos de energía, o pagar 2 cubitos para robar una del mazo), que evitan los parones entre turno y turno para leer las cartas nuevas de la fila. Un gran trabajo de adaptación de un diseño clásico que ni siquiera los patanes de Hasbro, con sus componentes chapuceros y sus injerencias absurdas en las reglas, han conseguido estropear. Mi sello y mis dieses, señor Garfield.
Me parece mal que como en este caso el juego no te lo regala Devir y en el Tragedy Looper sí, ahora las cartas finicas te parezcan fatal y sean una vergüenza y en el caso del regalado no, siendo bastante peores incluso de calidad que en TL (te escribo con una carta de cada juego delante).
Un escandalazo 😀
¿Robo Rally o Colt Express?
Para mí, Robo Rally sin dudarlo. Colt Express no es que me vuelva loco precisamente.
En hora buena por tu análisis. Supe del juego por tu blog y en primera instancia me llamó la atención. Al saber que iban a lanzar una nueva versión del mismo estaba impaciente por conocer tus impresiones acerca de los cambios y el nuevo lavado de cara del juego. Supongo que recomiendas esta nueva versión sobre la anterior. Sólamente tengo una pregunta: ¿ya probaste el juego con mapas más grandes? ¿Se consigue mantener la diversión en estos mapas extensos o decae el ritmo de juego?
Por otra parte veo que has hecho varios cambios a la interfaz de la página. Yo en lo particular no me había dado cuenta que el buscador se encontraba en la parte superior. Me gustaría sugerir que se cambiara la ubicación de la barra del buscador al lado derecho, justo abajo de las pestañas con las diferentes entradas, y se anexara el clásico ícono de la lupa. Creo que sería mas fácil de visualizar y utilizar. Así mismo si también pudieras enriqueser la información de los juegos con sus nombres en ingles (si es que lo conoces, obviamente) ya que no todos tenemos la fortuna de vivir en España donde se editan y traducen al español, por lo que nos toca utilizar las versiones en inglés.