Reseña: ¡Rescate!

Flash Point: Fire Rescue – Kevin Lanzing, 2011 – Indie Boards and Cards (2014 – Devir)

Siempre tengo un huequecito en el corazón para los juegos cooperativos como Zombicide o Pandemia, quizá porque me recuerdan a los tiempos en los que los amiguetes nos alquilábamos un juego y le dedicábamos un fin de semana a encerrarnos en la habitación con la consola y pasárnoslo. Esa sensación de «nosotros contra los malos» me encantaba, y me sigue encantando ahora. La popularización de este modo de juego que era (y es) tan común en los videojuegos es relativamente reciente en los juegos de mesa, pero ya hay unos cuantos buques insignia del género, y ¡Rescate! era uno de ellos, por lo que cuando anunciaron desde Devir que lo iban a publicar en español me pareció una noticia muy positiva para la afición: siempre que se publica un juego de renombre en España es algo que nos beneficia a todos al aumentar la visibilidad del hobby en general y, además, los juegos cooperativos son especialmente buenos como introducción al mundillo, ya que es más fácil explicarlos sobre la marcha, sin agobiar con lecturas de reglas durante 20 minutos, y no existe ese prejuicio de «claro, como tú ya has jugado, nos vas a ganar seguro, no tiene emoción» que podemos encontrarnos con otros juegos más competitivos.

En ¡Rescate! llevamos a un grupo de bomberos que intentan salvar a la mayor cantidad de gente posible de un incendio en una casa. Mientras buscamos a las posibles víctimas por el interior del edificio, tenemos que tener cuidado con la propagación del incendio, intentar evitar posibles explosiones y priorizar nuestras acciones para ver a qué víctima deberíamos atender primero o qué parte del incendio deberíamos intentar controlar antes. Ganamos la partida si conseguimos rescatar a 7 víctimas, mientras que la perdemos si se nos mueren 4 víctimas o si el edificio resulta tan dañado que se viene abajo.

El mecanismo del juego es muy parecido al de la mayoría de los cooperativos, que podríamos resumir como «un jugador hace cosas, pasan cosas malas, le toca al jugador siguiente». En este caso, las cosas que puede hacer un jugador son moverse por el edificio, abrir o cerrar puertas, intentar echar paredes abajo para abrir paso (con el consiguiente peligro de derrumbe), transportar víctimas o material peligroso o, en el modo avanzado, conducir y manejar una ambulancia y un camión de bomberos (¿quién no ha querido nunca conducir un camión de bomberos?). Las cosas malas, por supuesto, son que el incendio se extiende.

Para determinar cómo se extiende el incendio, el método es sencillo: se tiran dos dados y aparece un marcador de humo en la coordenada indicada. Si en esa casilla ya había algo, pasan cosas distintas en función de qué sea ese «algo», que van desde la aparición de un nuevo foco de calor hasta explosiones y reacciones en cadena. En un principio, y esa fue mi primera impresión también, este método puede parecer demasiado aleatorio en contraste con el barajeo selectivo de Pandemia o el movimiento programado de los zombis en Zombicide, pero conforme lo vas jugando y analizando lo que pasa te das cuenta de que no es así del todo, y que ciertas zonas van a tener más posibilidad de verse afectadas que otras, dependiendo de la cantidad de humo y la cercanía a otras zonas ya en llamas, así como del estado del edificio. Esto hace que, si bien nunca puedas estar seguro del todo de dónde va a aparecer la siguiente ficha de humo, sí que puedes hacer pronósticos a corto-medio plazo sobre qué zonas son más peligrosas y cuáles necesitan atención más inmediata. Por otro lado, el hecho de no poder saber nunca a ciencia cierta qué va a ocurrir ayuda a evitar la sensación de «puzle» y el llamado «efecto líder» en el que un solo jugador decide las acciones de todos los demás para llegar a una solución óptima: aquí nunca puedes estar seguro de haber tomado la mejor decisión posible porque nunca sabes exactamente qué va a pasar, con lo que cada jugador, sin dejar de tener en cuenta que es necesaria una cierta coordinación si se quiere superar el reto, tiene más libertad para decidir qué quiere hacer en cada turno.

He mencionado varias veces ya Zombicide y Pandemia en esta reseña, y el motivo, por si no lo habíais notado ya, es que me parecen los mejores juegos cooperativos que hay ahora en el mercado. Tras probar a ¡Rescate!, tengo que decir que hay que añadir un juego más a esa lista. La sensación de agobio, de tener que adaptarte a cada turno y nunca estar completamente en control de lo que ocurre es algo muy importante en un juego cooperativo, y ¡Rescate! consigue transmitirla. Si le añadimos un reglamento fácil de entender y modular (puedes añadir o quitar elementos según te vayas familiarizando con el juego), unos componentes de calidad y un tema impecable (¿quién no ha querido ser bombero de crío, cuando nos llevaban de visita en el cole?), estamos ante un juego que no va a estorbar en ninguna estantería.

Lo mejor: te sumerge de lleno en el tema, y presenta un reto a tu capacidad de adaptarte a cada cambio en la situación.

Lo peor: con dos jugadores no se le saca todo el jugo que ofrece, a no ser que cada jugador controle a dos bomberos.