Reseña: Pictomania
Lo primero que vemos al abrir la caja, y es un detalle muy de agradecer, es uno de esos insertos que se te saltan las lágrimas de la emoción: cada cosa tiene su sitio, y todo encaja perfectamente (hasta dejando espacio para enfundar las cartas) sin bailar ni salirse cuando lo transportamos. Esto en un juego social es especialmente importante, ya que en el tiempo que gastas sacando y ordenando fichitas puedes perder la atención de tu “público”, así que es esencial tener el juego preparado en menos de un minuto. Puntos por ahí.
El juego en sí es, podríamos decir, la versión Royal Rumble de Pictionary: todo el mundo está dibujando y adivinando al mismo tiempo. Hay seis cartas distintas, cada una con siete cosas que dibujar, y a cada jugador se le da una de las 42 opciones. Cuando todo el mundo ha dibujado y adivinado, se pasa a la puntuación: la mayor parte de los puntos te los vas a llevar por adivinar correctamente lo que están dibujando los demás, pero tienes que tener en cuenta que si no todo el mundo adivina tu palabra vas a perder puntos, así que nada de dibujar mal adrede para no regalar puntos, ya que te va a hacer más daño a ti que al otro: es un juego social a prueba de munchkins.
Y esta es la principal cualidad de Pictomania: sin olvidar que se trata de un juego explicable en menos de un minuto, está plagado de detallitos que hacen que alguien acostumbrado a juegos más duros no sienta estar jugando a un saldo de supermercado. La presión por ser el primero en adivinar y en terminar tu dibujo, las decisiones a la hora de priorizar el dibujo o la deducción, los métodos de eliminación (no hay dos jugadores que tengan que dibujar algo de la misma carta ni de la misma posición) y el sistema de puntuación son muestras de un juego excelentemente desarrollado. También se nota el cuidado a la hora de elegir las palabras (hay un par de errores de traducción y erratas menores en la edición española, pero nada que afecte realmente al juego) y de ordenarlas por dificultad en cuatro niveles: el primero para explicar cómo va el juego, el segundo de dificultad normal, un tercero para expertos y un cuarto para locos que están ya cansados de la vida y sólo quieren ver el mundo arder. Sea cual sea tu grupo de juego, el tito Vlaada ha pensado en ti.
Una pega le voy a poner al juego, y es su rango de jugadores. Los juegos sociales suelen tener que acoger a un buen número de gente, y Pictomanía sólo admite hasta seis. Quizá se podría solucionar con más atriles, pero también es cierto que no se vosotros, pero si yo tengo que adivinar otros nueve dibujos luego se me va a quedar el cerebro con la consistencia del yogur, y no es plan. De todos modos, si bien no es un juego que llevar a una fiesta multitudinaria, para una quedada en comandita es más que recomendable.
Lo mejor: todo el mundo está siempre activo, no es el típico “todos miramos al que hace cosas”.
Lo peor: que no puedan jugar más de 6 jugadores hace que no lo vayas a sacar tan a menudo como un Time’s Up! o similares.
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