Reseña: Illegal
La premisa del juego es muy básica: tienes una carta de traficante, que indica con qué mercancías vas a comenzar la partida, y una de cliente, que te dice qué tipo de mercancías quieres tener cuando todo termine. A partir de ahí, tienes un tiempo determinado para negociar con todos los demás jugadores, intentando conseguir la mayor cantidad de mercancías que satisfagan tu necesidad mientras, al mismo tiempo, tratas de mantener tu identidad oculta y de averiguar qué compran y venden los demás. A lo largo de la partida irán apareciendo mercancías salvajes para que no sea demasiado fácil ver de qué pie cojea cada jugador y, al final de todo, habrá votaciones para ver quién es quién. Obtienes un punto por cada mercancía del tipo adecuado conseguida y por cada acusación falsa, mientras que pierdes cinco por cada acusación correcta. El que tenga más puntos, gana.
¿Puede algo tan simplón resultar divertido? La respuesta es un rotundo sí. A los pocos segundos de repartirse las cartas, ya está todo el mundo mirándose con suspicacia, llevándose a otros jugadores aparte e improvisando estrategias para conseguir su amada mercancía sin levantar sospechas, completamente metidos en su papel. Y ahí es donde entra el punto más controvertido del juego. Hay que tener en cuenta que un juego sobre cambiar en secreto patatas y zanahorias e intentar que nadie se entere de que eres el mayor consumidor de pimientos verdes del mundo tiene poca chispa, así que las mercancías en cuestión son estas:
Efectivamente, lo que vamos a intercambiar en Illegal no son productos agrícolas ni mercancías del Nuevo Mundo, sino cocaína, alcohol, porno, armas, coches robados y demás golosinas por el estilo. Esto hace que, cuando juegas, saques el barrio que llevas dentro y los intercambios sean algo más o menos así:
-Psst, psst, chaval, ven aquí, que tengo chuches.
-¿No habrás conseguido la farlopa que te pedí?
-No, eso no, pero mira qué amiguita tengo aquí con ganas de conocerte. Claro, me va a dar mucha pena decirle adiós…
-¿Y si te paso unos hierros para que juegues al tiro al poli y te entretengas?
-Guapamente. Tengo un cliente por ahí que anda pidiéndolos, y a lo mejor te consigo esos polvitos que querías a cambio.
Y esto es Illegal: convertirte por un rato en un tío chungo e imitar a Tony Montana o a Walter White mientras te lo pasas pipa riéndote de cosas que a lo mejor tanta gracia no tienen en el mundo real. ¿Insensible? Puede ser, dependiendo de cómo se acerque cada cual a él. ¿Irreverente? Sin duda alguna. ¿Divertido? Como pocos. Es muy difícil jugar a este juego y ver a un respetable padre de familia pidiéndote porno a cambio de alcohol casero sin echarse a reír.
Pero no todo van a ser alabanzas, y a la hora de hablar de Illegal nos encontramos con dos peros importantes, más aún que lo controvertido del tema (solucionado con un +18 bien visible en la portada), y son las trabas logísticas que supone jugarlo. En primer lugar, el reparto inicial de cartas no se puede hacer de manera completamente aleatoria, así que hace falta alguien que prepare esos paquetes iniciales y o bien no juegue o bien sea honesto a la hora de “olvidar” lo que ha montado. Además, nos encontramos ante un juego bastante atípico en el sentido de que no está pensado para jugarlo sentados alrededor de una mesa, sino en un entorno más relajado y libre en el que puedes levantarte y hablar a solas con otro jugador para hacer tratos sin que los demás sepan qué estáis haciendo. Lo ideal es jugarlo en una convención, fiesta o reunión de amigos: repartes las cartas al principio, pasáis el rato haciendo otras cosas (cenando, tomando copas, incluso jugando a otros juegos) y, al final de la reunión, se llevan a cabo las acusaciones y el recuento de puntos.
En resumen, Illegal no es un juego para jugar todos los días ni con todo el mundo, pero es un casual divertidísimo y, sobre todo, diferente a la gran mayoría de cosas que te puedes encontrar, y sólo por eso ya vale la pena probarlo aunque sea una vez.
Lo mejor: lo fácil que resulta meterse en el papel, en una versión sencilla y corta de una partida de rol en vivo.
Lo peor: jugarlo en según qué ambientes puede generar miradas y algún que otro malentendido.
Maldito, tengo ganas de probarlo! A ver si en Córdoba lo tiene alguien. Bajas??! Como estrella mediatica que eres deberías hacer acto de aparición 😛
Como pobruno que soy, lo dudo mucho. Pero seguro que encuentras voluntarios para esa partida 😉
Buena reseña, aunque la verdad es que el juego no tiene mucha miga. Más o menos lo que me contó Richi allí en las LES, pero viene bien saber que realmente es divertido. No lo compraría nunca porque jamás lo jugaría, pero es un experimento lúdico de lo más interesante.
aggg y pensar que estuvimos a un pelo de meternos en esa partida! Como juego de jornadas me parece buenísimo
Es uno de esos juegos que crean emergencia, es decir, que son más de lo que dan las reglas. Lo único que, en lugar de una emergencia estratégica como el Go, Illegal crea emergencia social, como Hombres-Lobo.
Está claro que éste no es un juego para mí; si normalmente no suelo disfrutar con los de roles ocultos, con “Illegal” será imposible por las peculiaridades que conlleva el amiguito, según tu reseña. Y bromeando un poco con el tema, tendría el problema añadido de mi grupo de juegos, entorno familiar o/y vecinal en el que no quiero ni imaginarme la cara de mi hijo de 17 años si su padre pide a grito pelado, “porno” a cambio de unos “polvitos de nada” ja ja jaj…….
No es un juego familiar ni mucho menos, desde luego 😀