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Racistas y Mazmorras

«¿Qué une a la gente? ¿Ejércitos? ¿Oro? ¿Banderas? No, historias. No hay nada más poderoso en el mundo que una buena historia. Nada puede pararla. Ningún enemigo puede derrotarla.»

No le faltaba razón a Tyrion Lannister cuando pronunció estas palabras, aunque inmediatamente después de hacerlo pasara lo que pasó. Las historias tienen poder, y controlar la narrativa es siempre uno de los pasos fundamentales que da el poder para manejar las riendas de la opinión pública. Lo sabían los pueblos de la Antigüedad cuando compusieron sus relatos míticos de dioses y héroes, lo sabían en la antigua Roma cuando utilizaban la damnatio memoriae contra los enemigos del Estado, lo sabían en Hollywood mientras creaban película a película un relato sobre la Segunda Guerra Mundial y la importancia relativa de las naciones involucradas que poco tiene que ver con la realidad pero que nos hemos tragado sin rechistar. Lo sabía también, por supuesto, George Orwell cuando imaginó el concepto de neolengua en 1984.

La forma más burda y menos efectiva de intentar controlar las historias, la lengua y el pensamiento de la gente es la censura. Es curioso que suelan ser los más fanáticos y convencidos de sus ideas y valores los que sientan más miedo a que un poema, un chiste o una novela eche por tierra todos sus argumentos y haga caer a la sociedad en toda clase de vicios e iniquidades, actuando en esos casos en consecuencia e intentando eliminar a la competencia como hacía Pierre Nodoyuna en Los autos locos, y por lo general con resultados parecidos.

Estos días estamos viviendo tiempos interesantes al respecto. En todo el mundo, aunque especialmente en Estados Unidos, la gente parece estar empezando a darse cuenta de que eso de que vayas paseando por la calle y un policía te cosa a tiros porque como te ve oscurico de piel seguro que algo tramas pues oye, a lo mejor no está bien del todo. Y en muchos departamentos de publicidad y relaciones públicas de grandes compañías relacionadas con el arte y el entretenimiento están entrando en pánico, que es lo que tiene ser una empresa anticuada, incluso rancia, que se las tiene que dar de cercana de cara a la galería. Y cuando no te enteras de qué va la historia pero tienes que aparentar que sí acabas haciendo cosas como eliminar un episodio de Las Chicas de Oro en el que se ponen mascarilla facial y anunciarlo como si con eso ya hubieras arreglado el mundo. Y en estas estamos cuando Wizards of the Coast salta al ruedo.

A principios de junio del año pasado, empezaron a oírse voces acerca del tratamiento de la empresa de Renton (ciudad con un 55% de población no blanca) hacia empleados, colaboradores y miembros de la comunidad de diferentes trasfondos, sacando a la luz entre otras cosas algunas cartas de expansiones antiguas de Magic entre las que se encuentra la infame Invoke Prejudice, que hacía referencia al Ku Klux Klan de una manera muy poco sutil. La respuesta en WotC se hizo esperar algunos días, pero vino en la forma de eliminar la ilustración de la carta de su base de datos oficial y prohibir el uso de algunas cartas con ilustraciones o referencias temáticas problemáticas en sus torneos oficiales. Para que os hagáis una idea de lo efectivo de la medida, en el último mes el precio de la carta de los señores encapuchados se ha triplicado.

El segundo asalto vino en forma de comunicado respecto a Dungeons & Dragons. En él hablaban de cómo habían cambiado el modo de representar a distintas criaturas como orcos y drow (este es un tema lo suficientemente complejo como para merecer un artículo propio), de cómo habían eliminado referencias insensibles en cuanto a raza o de cómo ya si eso para dentro de unos años empezarían a contratar a gente que no fuera blanca. Realmente poco más que un poquito de jerga corporativa para decir que ellos cómo pueden ser racistas si tienen un amigo que una vez habló con un negro y ni le escupió ni nada.

El penúltimo movimiento de este baile extraño tuvo lugar como respuesta a un arden las redes de esos que consisten en que un señor se enfada mucho y cinco más lo retuitean, porque se ve que han descubierto que hay libros escritos hace 40 años que parece estar escritos hace 40 años. En este caso el libro en cuestión fue el Oriental Adventures publicado en 1985 para la primera edición de AD&D. Estamos hablando de una época en la que los cines los llenaban películas como Karate Kid o American Ninja, y en TSR decidieron hacer caja del orientalismo y la fascinación por artes marciales, ninjas y samuráis de la cultura popular del momento con un manual que presentaba clases de personaje, objetos mágicos y monstruos con tanta base en la realidad histórica como tenían guerreros, magos y clérigos del Player’s Handbook.

El libro, que lo petó en su momento, da ahora tanta vergüencita como nos puede dar un capítulo de El equipo A, El coche fantástico o He-Man y los amos del universo pero, por como por cada persona con una causa justa puedes encontrar en internet diez buscadores de casito dispuestos a hacer un mundo de todo, no tardó en surgir un grupúsculo que pedía que WotC retirara de la venta las versiones en pdf de este libro y otros muchos, aduciendo que la editorial se estaba «lucrando a costa del racismo y los prejuicios». Que oye, si había colado dos veces, seguro que ahora también acceden a las peticiones y sacamos nuestros quince minutos de gloria.

Pero la cosa ahora era distinta: ¿prohibir en torneos cuatro cartas que hace 25 años que no salen en un sobre y por las que ya no van a ver un duro? Venga, perfecto. ¿Darse golpes de pecho por lo progresistas que les han quedado la adaptación de un manual de 2004 y un libro que les ha escrito un YouTuber? Ahí vamos. ¿Cerrar un grifo de ingresos de ventas de manuales en pdf que mucha gente busca como objetos de colección, nostalgia o investigación? Pues esto va a ser que no. Que a los señores de Hasbro les gusta quedar bien de cara a la galería, pero les gusta aún más meterse billetazos en los bolsillos, y lo primero siempre va a estar supeditado a lo segundo. Así que lo que han decidido es copiar el texto del descargo de responsabilidad de los DVD que recopilaban dibujos animados de los años 30 y 40 del siglo pasado y plantarlos en la descripción de todos los productos anteriores al Manual del Jugador de la edición actual de D&D. Y ahora si vas a comprarte un pack de mapas publicado en 2012 te plantan un mensajito que te dice que esos mapas incluyen contenido racista injustificable que la gente consideraba normal en aquella época remota.

Quizá haya dejado entrever, levemente, que no estoy del todo de acuerdo con cómo se ha desarrollado todo este asunto, pero por si no he sido lo suficientemente claro:

En primer lugar, habréis visto que la queja principal de las primeras protestas, que tenía que ver con las políticas de contratación y trato profesional de Wizards of the Coast respecto a gente de color, la han dejado prácticamente sin responder, con poco más de dos frases vagas de que a ver si en un par de años empiezan a hacer algún cambio que otro. En definitiva, lo mismo que están haciendo otras grandes compañías: levantar cortinas de humo para, por un lado, intentar cambiar de tema y, por otro, ridiculizar el movimiento en general, tomando decisiones estúpidas como la de retirar el episodio de Community en el que un personaje se disfraza de drow que luego acaban usándose como anécdotas de «mira las idioteces que piden los ofendiditos del Black Lives Matter» cuando ellos nunca han pedido tal cosa (del mismo modo que se hace para desprestigiar otras causas; me ahorro los ejemplos porque los conocemos todos ya).

Desde un punto de vista más general, me apena mucho el estado de frentismo que vivimos en el que tenemos un bando dispuesto a lanzar campañas de boicot globales porque alguien hizo un chiste ofensivo hace diez años, y eso se ve anula cualquier otra cosa que haya hecho durante el resto de su vida, y otro que grita ¡coartan mi libertad de expresión! cual Neymar tirándose en el área de penalti (me confirman contactos futboleros que el símil es correcto) cuando se les pide que, si no es mucha molestia, se comporten como seres humanos decentes. Esto se une a una falta de comprensión lectora brutal que, entre otras cosas, ignora dos factores.

Quizá el fundamental es que representación no es apología. El hecho de que una obra muestre algo o que alguien lo mencione no significa que se esté defendiendo. En La lista de Schindler salen cantidad de nazis, pero nadie en su sano juicio diría que es una película pronazi. Del mismo modo, y ya que estamos hablando de juegos, se pueden presentar y jugar situaciones en las que aparezca racismo, sexismo o cualquier otro tipo de conducta reprochable sin que se esté alabando esa conducta y, de hecho, «jugar» situaciones de este tipo suele ser un buen modo de explorar nuestros propios prejuicios y ayudarnos a superarlos. O incluso, qué narices, puede que consideremos alguno de estos temas tan lejano y absurdo que queramos reírnos del propio concepto mientras jugamos, como cualquier máster de Fanhunter o Paranoia podrá corroborar.

El segundo factor, relacionado con el primero, es que toda obra es creada en y para un contexto. Y esto no significa que deje de ser válida fuera de ese contexto, sino que no se puede juzgar sin tenerlo en cuenta: puede incluso que ahora nos parezca rancia una obra que en su época fuera considerada excesivamente progresiva o viceversa, y no nos queda otra que elegir: o admitimos solo las obras creadas en la actualidad y que se ajustan perfectamente a nuestra escala de valores, vivimos tranquilos en nuestra burbuja y nos convertimos a todos los efectos en analfabetos culturales, o aprendemos a no enfadarnos con señores que llevan varias décadas muertos y relajamos un poquito el nervio que activa el dedo de señalar.

No hablo de ponernos una venda en los ojos, sino de relativizar y separar lo que nos interesa de la obra, sin necesidad de fingir que el elefante no está en la habitación, sino simplemente pidiéndole que se eche un poco a un lado para poder ver la pantalla. Que la misoginia de Hitchcock no hace que La ventana indiscreta sea menos obra maestra (del mismo modo, claro que el hecho de que La ventana indiscreta sea una obra maestra no hace a Hitchcock menos misógino), se le puede poner a uno el vello de punta con La sombra sobre Innsmouth sin pensar que el color de la piel de alguien tenga nada que ver con su valía como persona y no es inviable echarte una partida a Agricola siendo vegano.

Homo sum, humanui nihil a me alienum puto decía Terencio y glosaba Unamuno, y con cada uno de ellos a su manera podemos coincidir en que las partes feas de la humanidad siguen siendo partes de la humanidad, y si fingimos que no existen es cuando corremos más riesgo de que no nos enteremos de que nos acechan hasta que hayamos apagado la luz para echarnos a dormir y nos den el golpe de gracia.

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