Primeras impresiones: agosto de 2018
-Mamá, no quiero ir al cole.
-Me da igual, vas a ir por tres razones: primero, porque es tu obligación. Segundo, porque tienes 38 años, y tercero porque eres el profesor.
Así que en esto me he estado entreteniendo estos 13 días de retraso que lleva la crónica del mes pasado, un mes con muchas primeras partidas, muchos juegos correctitos y alguna pequeña joya. Vamos allá:
Abyss salió hace unos años con mucho bombo sobre todo por sus cajas con distintos caretos de señores-pez enfadados, y se ha desinflado un poco bastante mucho del todo. Y a ver, fallos no tiene: la producción es estupenda, las ilustraciones muy chulas, el juego en el que vas pillando cartas que usar para comprar otras que te dan los puntazos a lo Splendor pero con pescados no tiene fisuras y fluye bien… Pero quizá le falta el puntito de magia, el por qué jugar a este juego y no a otro. En cualquier caso no sufrí durante la partida y no descarto sentarme a la mesa alguna otra vez en la que me lo propongan, aunque tampoco me vaya a volver loco por rejugarlo. Nostamal.
Brass ha sido el juego del mes, que nos llegó a muchos por fin nuestro paquetito de Kickstarter (no gracias al desastroso, rondando el delito, servicio de la vergonzosa DHL. Antes me fío de un concejal de urbanismo que de esta empresa), y tocaba ponerse a probarlo mientras los que ya tenían la versión antigua se consolaban diciendo que el mapa era muy oscuro y mejor el que tenían ellos hecho con el Paint de Windows, o que las fichas de póker pesaban dos gramos menos que las de casino, así que mucho mejor las fichitas de parchís de antes. Envidias y tiñas aparte, tanto la versión original remodelada (Lancashire) como la nueva (Birmingham) son juegos excelentes si te gusta eso de estrujarte el coco, con una interacción muy marcada sobre todo a la hora de aprovecharte de las necesidades del mercado en el momento justo y con una producción, por fin, a la altura. Sigo dudando cuál de los dos quedarme, o si acabaré claudicando y haciendo hueco para ambos: si bien Birmingham ofrece una experiencia más completa y el añadido de la cerveza como recurso o los nuevos tipos de industria, así como la mínima pero importante variación en la preparación inicial de la partida le dan un giro adicional y un punto que creo que gustará mucho a los amantes de los juegos duros, Lancashire una vez limados los detallitos que le sobraban a la edición original (Martin Wallace puede ser muy buen diseñador, pero es un desarrollador pésimo y siempre acaba dejando tornillos por apretar) tiene ese sabor a juego clásico tan difícil de conseguir. En cualquier caso, un juego que merece la pena probar y que, por fin, se puede jugar sin necesidad de echarse luego aguarrás en los ojos.
De Decrypto ya os he hablado hace poco, y os conté cómo era un “Código Secreto avanzado” en el que los jugadores que dan pistas a cada equipo lo pasan realmente mal intentando ser lo menos directos que pueden. Simplemente decir que sí, a mí me gusta más que su hermano mayor, aunque por otra parte tengo la impresión de que le pasará como a King of New York o a Queendomino, que el puntito de complejidad añadido, aunque lo haga más atractivo para una parte de la afición, al final acaba perdiendo al público más general al que este tipo de juegos suele apuntar. En cualquier caso, yo encantado con el nuevo añadido a la colección.
Gaslands es un juego al que tenía muchas ganas de jugar, y este agosto por fin he podido plantar mis cochecitos de juguete en mesa. Lo que tenemos aquí es un juego de miniaturas extremadamente barato de disfrutar (con el manual, las plantillas recortadas en papel, unos dados cualesquiera y un par de cochecitos de Hot Wheels ya tiras más que de sobra) y que acaba siendo un Car Wars jugable. La ambientación es poco más que una excusa para pillarte tus cochecitos de juguete, personalizártelos como si estuvieras en un episodio del Equipo-A y montarte carreras a lo Mad Max. Si Memoir’44 es un Montaplex para adultos, Gaslands es la oportunidad de ir al trastero de tus padres y volver a sacar los coches con los que jugabas de crío. Pedazo de triunfo que se han marcado en Osprey Games.
Ilôs es uno de esos juegos tan bonitos que temes que no tengan nada detrás, y casi casi es así. Gestionando tu mano de cartas vas a ir explorando un archipiélago, plantando trabajadores para conseguir recursos y tratando de aumentar el valor de los recursos que más produces para, al final, oh sorpresa, tener más puntos de victoria que los demás. Un juego agradable y cortito, que difícilmente va a pasar de los 45 minutos, en el que el azar y el factor bola de nieve quizá pesen un poquito más de lo que deberían. Simpático, pero olvidable.
Jump Drive es una versión de Race for the Galaxy que le quita toda la complejidad, pero también toda la gracia. Lo bueno es que dura muy poco, así que si te han engañado para jugarlo en diez minutos te puedes levantar de esa mesa y huir lo más lejos que puedas. Hasta The Mind es más juego que esto.
Kokoro: Avenue of the Kodama es un juego basado en dos pilares: que Kwanchai Moriya hace unas ilustraciones súper cuquis y que hoy en día hay quienes se compran cualquier juego que vaya de dibujar cosas en un papel. Por desgracia, las ilustraciones son escasas y destacan poco, y hay cientos de juegos de dibujar cosas en un papel más interesantes que éste. Paso.
Origami no inventa nada: tomas cartas de una pila central y o bien las juegas frente a ti o las usas para pagar el coste de otra carta. La gracia que tiene es que cuando bajas una carta te va a dar una habilidad especial que suele ser muy útil, pero también sabes que tienes un límite a lo que vas a poder aprovechar esa habilidad, ya que sólo tienes dos espacios donde bajar cartas, y al bajar una “pisas” la habilidad de la otra. Y sin inventar nada, me ha parecido un juego muy simpático de jugar y en el que la relación entre lo que ocupa, lo que cuesta, lo que dura una partida y el valor de la experiencia es más que aceptable.
Paper Tales es un juego de elegir y pasar cartas a lo 7 Wonders con un estilo gráfico bastante personal que añade como marca de originalidad el hecho de que las cartas que escoges y pones en la mesa vienen con fecha de caducidad y rara vez van a durarte más de dos de los cuatro turnos de los que consta la partida. Jugar con ese envejecimiento para sacarle el máximo partido posible a cada carta es lo que le da la gracia y el punch de estrategia, y si buscas un juego de este estilo puro (es decir, que no te vale que te hable de Bunny Kingdom ni de Blood Rage) que tenga algo más de chicha que Sushi Go! pero sin tanto jaleo como 7 Wonders, éste va a ser tu juego bebé oso.
Picnic es el enésimo chimichurri o juego en la línea de Jungle Speed, esta vez intentando bajar cartas de manera que hagan escalera en tu palo, con cada carta teniendo múltiples palos y cada jugador preocupándose sólo por uno de ellos. Pues bueno, pues molt bé, pues adiós.
Plouf Party es un juego al estilo de Rumble in the House o 15′ to Kill, en el que vas eliminando muñequitos hasta que sólo queden los tuyos, pero intentando que no se note demasiado cuáles son los que quieres salvar para que los demás jugadores no te la líen. Entretenidete y muy fácil de montar, transportar y recoger. No da mucho más, pero es que tampoco lo pretende, así que supongo que misión cumplida.
Rajas of the Ganges es un euro con dados y muchos espacios donde ponerlos y que te dan puntos de victoria en un sitio y en otro y pones losetas en un tablero que luego pones dados y te dan puntos de victoria por lo que tienes en ese tablero y hay otro sitio en los que pones dados y te dan puntos de victoria, pero de una manera totalmente distinta a ese otro sitio donde pones dados y te dan puntos de victoria. Y los dados tienen colores distintos que puedes poner en un sitio y según el color te dan puntos de victoria. Recomendado para los que quieran poner dados en sitios y que les den puntos de victoria.
Samhain es el típico juego que un autor ha presentado a cien editoriales, todas le han dicho que no y decide sacarlo por Kickstarter. Un euro del montón con muchos espacios de colocación de trabajadores que al final son todos prácticamente iguales e interacción de la chunga, de la de pongo aquí el muñeco y te amargo la vida porque sí. Tuve que mirar el nombre del juego para escribir este párrafo y me olvidaré de él en cuanto haya pasado al párrafo siguiente.
El Valle de los Mercaderes 2 sigue la senda de la primera parte, con la que es totalmente compatible: un juego de construcción de mazos sencillo y directo que evita el efecto bola de nieve haciendo que para puntuar tengas que deshacerte de las cartas que hayas comprado. Según tu estilo de juego puede que haya algunos mazos que no quieras utilizar, ya que algunos tienen efectos totalmente locos, pero justo ese es parte de su encanto, el ver cómo según uses un mazo u otro las partidas pueden salir totalmente distintos. Tan recomendable como el 1, o incluso más porque teniendo los dos juntos las combinaciones ya te dan para jugarlo a tope sin quemarlo. Salen muchísimos juegos de construcción de mazos continuamente, y éste es de los buenos.
Pues hale, ya estamos. Recordad supervitaminaros, mineralizaros y, si os hace tilín alguno de los juegos que he comentado, recordad que podéis pasaros por Generación-X y dejaros los billullis allí, que gracias a ellos puedo hacer estas cosas.
Gracias de nuevo por estas primeras impresiones.