Perder el tiempo

Para saludar el año, el presidente de Square Enix nos regaló una carta en la que, entre otras cosas, adelanta cómo ve el futuro de los videojuegos unidos a la moda de los NFT, porque hay que subirse al carro de los bulbos de tulipán, y, dejando aparte las consideraciones sobre la moralidad o la conveniencia de especular con bienes digitales y escasez artificial, hay un detalle en esa carta que me eriza la piel cada vez que pienso en él, y es el énfasis que pone en darle valor al tiempo que se pasa jugando. ¿Por qué, se pregunta, perder el tiempo jugando a un videojuego cuando podríamos estar sacándole provecho en su lugar?

Esta cuestión, distópica como pueda aparecer, no es más que un ejemplo especialmente claro de algo que llevamos haciendo mucho tiempo, y es esta necesidad que tenemos de justificar nuestro ocio. Si tenemos charlas interesantes con nuestros amigos, ¿por qué no montamos un podcast? ¿Juegas a rol? Lo retransmitirás, ¿verdad? No te olvides de etiquetar a la editorial en esa foto que estás subiendo a tus redes sociales, a ver si te mandan algún regalito por influencer. Qué chulo esto que has escrito, ¿lo vas a publicar? Este play to earn del que nos hablan ahora no es nuevo, solo que lo tenemos tan normalizado que parece que ha llegado el momento de hacerlo explícito: si no monetizas eso que amas, no vale la pena. Haz algo de provecho con tu tiempo, no lo malgastes disfrutando.

Pero existe otra cara de la moneda, igual de pérfida pero con vestiduras más amables, que es la del Arte y la Cultura (no olvidemos las mayúsculas Para Darle Importancia), y en esta trampa también caemos más de lo que nos gustaría admitir: yo soy una persona elevada, no pierdo el tiempo jugando, porque es que los juegos son Cultura, ¿sabes? No como otras maneras de divertirse que son burdas e inferiores. Y seguimos tan felices al pastor que nos llama seres de luz para aumentar los beneficios de su empresa, y ondeamos como banderas estudios sobre aplicaciones educativas y terapéuticas que poco tienen que ver con lo que estamos haciendo en realidad más allá de la coincidencia etimológica. Pero tenemos nuestra proclama. Los Juegos son Cultura. El Rol es Literatura. Los Videojuegos son Arte. No. Estamos. Perdiendo. El. Tiempo.

¿Son válidas estas proclamas? Lo cierto es que sí, pero sin dejar de tener en cuenta que son expresiones, en realidad, vacías de contenido. Por supuesto que los juegos son cultura, porque son una manifestación puramente humana y de origen intelectual, estético o emotivo. Claro que el rol puede ser un medio de transmisión literaria, porque una partida de rol tiene como vehículo principal la palabra y comparte elementos comunes con los géneros narrativo y dramático, como son los personajes, la trama o la presencia de un narrador. Quién puede negar que los videojuegos son arte, cuando existe una motivación estética por crear una experiencia de juego agradable. Pero el hecho de que puedan participar del mismo mundo que los cojines de pedos, el chiste del perro Mistetas o dibujar un pene con el dedo en un parabrisas sucio no debería distraernos de que en pocos casos se trata del objeto principal, ni mucho menos único, del acto de jugar. Jugamos para divertirnos, y eso es tan cierto como que en el momento en que deja de ser así, lo que estamos haciendo ya no es jugar. Será una apuesta, un taller de teatro improvisado, un espectáculo privado o aquello en lo que lo hayamos convertido, pero cuando rompemos el círculo mágico para alcanzar metas ajenas al propio mundo del juego ya hemos matado a Campanilla.

Si los buenos deseos que tiene el señor Matsuda para nosotros consisten en que encontremos maneras de aprovechar mejor el tiempo que pasamos jugando, los míos agarran el otro extremo de la cuerda y tiran para que encontremos las fuerzas necesarias para hacer justo lo contrario, para que le perdamos el miedo a, simplemente, disfrutar del tiempo que pasamos enfrascados en las cosas que nos hacen felices. Juega a ese juego simplote que te hace tanta gracia aunque nadie hable de él; vuelve a ver tu película favorita de cuando eras crío; ríete con tu gente contando chistes que nunca soltaríais en público y no le busques un valor añadido que solamente puede restar a la experiencia pura. Juguemos, y ya volveremos al mundo cuando acabe la partida.

4 Comments on Perder el tiempo

  1. Estoy de acuerdo en que no es necesario monetizar tu afición. La gente va al fútbol sin necesidad de justificar nada más que el hecho de que le divierte seguir a su equipo o acude al teatro o al cine sin ninguna necesidad de convertirse en crítico/opinólogo.

    Pero es cierto que hay como una especie de impulso en el aire que te dice que no está bien perder el tiempo. Que hay que ser productivo, incluso aunque sea producir ocio. Mis colegas más politizados dirían que es el capitalismo funcionando a todo tren. Yo, sin llegar a esos extremos, sí que estoy de acuerdo en que no es necesario que tus aficiones te resulten rentables económicamente hablando. Con que te satisfaga practicarlas es más que suficiente.

    • La monetización es la cara más visible, pero esa necesidad está ahi, como el que dice “yo no leo tebeos, leo novelas gráficas” como si por algún motivo leer “Los inventos del profesor Bacterio” fuera una actividad menos digna que hacerlo con “From Hell”: hacer no lo que nos gusta, sino lo que consideramos que debería gustarnos.
      Muchas gracias por el comentario.

  2. Qué bien volverte a leer

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