Onitama y el mate pastor
Shimpei Sato, 2014 – Arcane Wonders (Maldito Games)
Lo he dicho más de una vez pero, como creo que es un dato importante para valorar esta reseña, lo repito: odio el ajedrez. Todo empezó cuando, de chiquitito, pedí que me enseñaran a jugar y en menos de dos minutos me dijeron: “jaque mate”, con sonrisita de suficiencia incluida. Como ya de pequeño era muy cabezón, eso en lugar de alejarme del juego me hizo emperrarme por aprender y mejorar, y a base de visitas a la biblioteca y programas de ordenador empecé a verle el intríngulis. Sin embargo, cuanto más comprendía el juego, menos me atraía lo que se me aparecía cada vez más como un mero ejercicio memorístico. Ahora me diréis que no es así, que hay grandes jugadores de ajedrez que utilizan la intuición y la imprevisibilidad, y no tendré ningún motivo para no creeros, pero seguiré convencido de que es un juego que exige demasiado para lo que me da.
¿Y qué necesidad tenéis de leer mis batallitas del cole? Pues todo esto viene a que el juego del que os quería hablar hoy, Onitama, viene con mucho ruido detrás de gente que lo considera un sucesor del ajedrez, o un “ajedrez del siglo XXI”. Y como con casi todos estos juegos que hacen ruido, era cuestión de tiempo que alguien le dijera al señor boss de Maldito Games “no hay huevos a sacar el Onitama“, y aquí estamos.
En Onitama tenemos un tablero de cinco por cinco, dos bandos de figuritas (un sensei y cuatro estudiantes) y la meta de matar al sensei rival o de mandar el nuestro a la casilla dentral de la fila opuesta, alternándonos para mover una de nuestras piezas cada vez. Hasta aquí nada que no hayamos visto mil veces en juegos de este estilo, pero Onitama tiene algo que otros juegos abstractos no: cartuflillas.
Y aquí está la chicha: al principio de la partida vamos a repartir dos cartas a cada jugador y plantamos otra en el centro. En nuestro turno elegimos una de nuestras cartas, movemos una pieza siguiendo las reglas de esa carta y la cambiamos por la del centro. La verdad es que no tiene mucha complicación el asunto, y en dos minutillos ya has explicado todo lo que hay que explicar para poder jugar. Pero, ¿cómo se compara Onitama con el ajedrez?
La respuesta es que no mucho. El ajedrez es un juego principalmente estratégico, en el que la clave está en saber anticipar movimientos y comprender cómo lo que estamos haciendo ahora va a afectar el estado de la partida dentro de cinco, diez o cuarenta turnos. Onitama, en cambio, es mucho más táctico: todos los movimientos posible son muy aparentes, no hay piezas concretas que tener en cuenta y, sobre todo, lo que vamos a poder hacer nuestro próximo turno dependerá principalmente de lo que haya hecho el oponente, de qué carta haya usado, cuál se haya guardado y qué opciones nos deja. Y por todo esto es una bestia muy distinta.
Si lo que quieres es un juego que haga las veces de “mini ajedrez”, creo que Onitama tiene muchas papeletas para decepcionar, y harías mucho mejor echándole un ojo a Hive, que sí tiene un carácter fundamentalmente estratégico y te enseña a anticipar movimientos, forzar la mano del oponente y estar atento a las distintas opciones de movimiento de cada pieza. O, qué caramba, si no quieres un “mini” ajedrez sino algo que te ofrezca un reto similar, siempre tienes Twilight Struggle, Sombras sobre Londres o Magic.
En cambio, si lo que buscas es un entretenimiento ligero para dos jugadores en el que un novato no se vaya a sentir intimidado por un jugador más experimentado y que no se haga repetitivo, Onitama es una gran opción. La cuestión está en que no es un juego para tomárselo demasiado en serio, sino como una alternativa a Patchwork o Star Realms con la que puedes echarte un pique al mejor de diez partidas y terminar el reto en poco más de una hora. Y como los juegos de este tipo nunca me sobran en la colección, Onitama se queda.
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