Matadero Cinco y Barrio Sésamo
Kurt Vonnegut, 1969
Billy Pilgrim es un prisionero de guerra. Billy Pilgrim es un optometrista casado y con dos hijos. Billy Pilgrim es un espécimen exhibido en un zoo del planeta Trafaldamore. Billy PIlgrim muere de un disparo por una promesa hecha a un moribundo. Es lo que hay.
Bendito sea el vacío cultural que me ha hecho ignorar la existencia de Kurt Vonnegut hasta hace bien poco, porque me ha permitido enfrentarme a Matadero Cinco completamente virgen, sin ninguna idea preconcebida sobre qué podía esperarme entre sus páginas. Aunque, una vez superado el rito de iniciación, no sé cómo podría haber estado mejor (ni peor) preparado para ello. Hay libros olvidables, con los que pasas el tiempo como podrías estar viendo un programa del corazón o jugando al Candy Crush: una manera de reducir nuestro tiempo de vida en unas horas y nada más. Otros resultan entretenidos, agradables o inquietantes y salimos de su lectura agradecidos por las sensaciones vividas. Una minoría llegan a convertirse en un ladrillo o una columna que soporte el edificio de nuestra personalidad: son esos libros que citamos como quien pronuncia un refrán, que miramos con una sonrisa en la estantería y que revisitamos de cuando en cuando en busca de apoyo. Y, de vez en cuando, aparece un libro que te vuela la puta cabeza y te deja solo y desconcertado pensando cómo demonios te las vas a arreglar a partir de ahora. Matadero Cinco es uno de esos libros.
En su concepción, Matadero Cinco es una novela bélica autobiográfica en la que el autor nos cuenta su experiencia como prisionero de guerra durante el bombardeo aliado sobre la ciudad de Dresde de febrero de 1945, pero pronto Vonnegut nos confiesa su rendición y la obra se nos revela como un manifiesto de la imposibilidad de escribir sobre lo innombrable: intentar recrear algo tan terrible con palabras es traicionarlo, porque las palabras están hechas para describir la realidad y no sirven para transmitir con fidelidad lo que pertenece al mundo de las pesadillas. Vonnegut se niega a escribir una novela bélica al uso que pudiera llevarse al cine protagonizada por el Matt Damon de turno y alimentar el romanticismo de la guerra y nos presenta a Billy Pilgrim, un chaval a medio hacer que ha acabado no sabe muy bien cómo llamado al frente y perdido en territorio alemán tras la batalla de las Árdenas.
Pero Billy es algo más que eso: Billy Pilgrim viaja por el tiempo, y no es porque lo abdujeran los alienígenas de Trafalmadore, que le viene de antes. Bueno, más que viajar, el bueno de Billy está desprendido del tiempo, y deambula sin control ni motivo real por los distintos momentos de su vida, sabiendo que hay solo tres cosas que no puede cambiar: su pasado, su presente y su futuro. Billy acepta lo que le pone delante la vida, y la muerte como parte de ello (es lo que hay), y se sabe eterno entre esos confines espaciotemporales. Es, como le enseñaron los trafalmadorianos, cuestión de ver las cosas en cuatro dimensiones. Porque las tragedias, incluso tan terribles como aquel bombardeo en Dresde que le tocó a Vonnegut vivir y sobrevivir, acaban siendo tan solo anécdotas, ya inmutables, de las que al menos, aunque no podamos hacer otra cosa, deberíamos aprender para ver cómo, si es que es posible, evitar que se repitan.
Encuadrar Matadero Cinco en el marco de la ciencia ficción, género que Vonnegut usa al mismo tiempo que se ríe de sus vicios, nos permite contemplar los hechos con la distancia necesaria para ver lo absurdo de muchos de ellos, pero al mismo tiempo consigue una cercanía que nos hace, sin sentimentalismos, empatizar con unos personajes que nunca son totalmente malvados ni bondadosos, sino gente a la que le ha tocado vivir una situación y un momento dados, o morir en ellos. Es lo que hay. No esperéis proclamas cientificistas ni largas descripciones salpicadas de jerga técnica: la ciencia ficción aquí es una capa adicional de irrealidad, o de exceso de realidad, que intenta explicar los horrores de la guerra diciendo que no hay manera racional y cuerda de explicarlos.
Matadero Cinco se publicó en 1969. El año de la llegada del hombre a la Luna, de los disturbios de Stonewall, de las protestas contra la guerra de Vietnam, de Charles Manson y de Barrio Sésamo, y reflejó magistralmente el sentimiento de desubicación y frustración que llevaba un tiempo gestándose y había estallado ya el año anterior. Escribo esta reseña en 2022, y si me dijeran que se trata de un libro escrito hace quince días no tendría ningún problema en aceptarlo. Puede que sea porque el tiempo es cíclico, o porque es una ilusión, o porque simplemente es. Quizá algún día un trafalmadoriano nos lo explique tranquilamente y lo entendamos, o quizá muramos mañana porque alguien así lo ha decidido en su despacho. Es lo que hay.
Que tal Betote.
Un placer saludarte de nuevo.
Gracias por la reseña de un libro y autor, para mí, dentro de mi ignorancia. desconocido.
Aún recuerdo la reseña que hicieron a Bill Gates hace tiempo, en donde mencionaba que él dejó de escuchar música y leer libros para tener momentos de paz, ¡ni hablar de la TV!
En lo personal no me gusta leer historias muy crudas, porque me recuerdan los tiempos en que vivimos en dónde muchas veces la ficción se queda corta.
Yo supongo que tengo algo de masoquista, porque por lo general me pasa al revés: leer sobre males ficticios me hace más llevadera la realidad.
¡Gracias por comentar!