Lifeboats: quítate tú pa ponerme yo.
Rette Sich Wer Kann. Ronald Wettering, 1993 -Walter Müller’s Spielewerkstatt (Z-Man Games)
3-6 jugadores, 60 minutos.

¿Las mujeres y los niños primero? Eso sería discriminación. ¡Sálvese quien pueda!
¿Alguna vez has pensado que tienes demasiados amigos? ¿No soportas a alguien de tu familia y nunca has sabido cómo decírselo? ¿Te gustaría que el novio de tu prima dejase de venir de una vez a las quedadas de juegos? No busques más: ¡Lifeboats es la solución que necesitas!
Desde 1993, Lifeboats ha estado arruinando amistades usando unos mecanismos muy sencillos pero efectivos, y es que en los 90 todo era mejor, quizá con la excepción de los peinados masculinos. Resulta que se nos ha hundido el barco en el que íbamos, y los botes salvavidas que hemos conseguido agenciarnos tampoco es que sean mucho mejores, pero vamos a ver qué se puede hacer al respecto. Por supuesto, sigue habiendo clases, y todo el mundo está de acuerdo en que la vida de un grumete no vale ni de lejos tanto como la de un primero de a bordo. Faltaría más. Y ya que todos tenemos claras nuestras prioridades, ¿qué mejor que dejar que decida la democracia?
Y, como tanto Gran Hermano como otras cosas menos importantes nos han enseñado, no hay nada que consiga crear cabreos y malos rollos mejor que dejar que la gente vote. Lo primero que vamos a hacer es colocar, de uno en uno, a nuestros supervivientes en los distintos botes salvavidas y, a partir de entonces, que empiece la verdadera fiesta de la democracia: en Lifeboats empezamos el turno votando en qué bote va a aparecer una vía de agua, a quién hay que arrojar al mar en el caso de que el peso empiece a ser demasiado y qué bote va a acercarse un poquitín más a la isla. Entre turno y turno, para animar un poquito más la cosa, a cada uno se nos caerá un señor al agua y tendremos que recolocarlo en otro bote, con los consiguientes momentos de: “lo siento, Jack, en esta tabla sólo hay sitio para uno, y en el flashforward ya sale que yo sobrevivo y llego a viejecita, así que…”

“Siempre te amaré, Rose.”
“Sí, vale; pero aparta, que salpicas.”
Claro, esto de estar continuamente votando a quién le van a ir las cosas bien y, sobre todo, a quién le van a ir mal, tiene siempre que acabar del mismo modo: cuando ese barco en el que tenías a la mayoría de tus señores se va al fondo del mar, es porque tus “amigos” así lo han decidido. Ese pacto que habías hecho con el blanco de no votaros entre vosotros resulta que no vale tanto cuando sólo estáis los dos y hay que echar al agua a alguien. Ese discurso que estás soltando para que nos carguemos de una vez a Alicia puede no valerte para nada más que para decidir el voto de Alicia, y probablemente no te vaya a gustar su decisión.
En un grupo de amigos acostumbrados al troleo sano, a las risas y a dejar las cosas de la partida en la partida, Lifeboats es una de las cosas más divertidas que puedes poner sobre la mesa. Por otro lado, como alguien tenga la más mínima posibilidad de levantarse de la mesa y salir de la habitación como una furia, o si sospechas que puede haber algún roce entre dos jugadores que tengan algún asuntillo pendiente, casi mejor que lo dejes en la recámara hasta nuevo aviso y saquéis otra cosita. A no ser que, como yo, seas de los que disfrutan con el sufrimiento ajeno. En ese caso, avergüénzate de ti mismo, pero saca Lifeboats y prepárate a disfrutar… Hasta que te toque a ti caer al agua.
Te gustará si: disfrutas chinchando y siendo chinchado por tus amigos.
Lo odiarás si: no llevas muy bien los conflictos.
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