Kodama: los espíritus del árbol – Monono… ¿qué?
Daniel Solis, 2016 – Indie Boards and Cards (Devir)

Kwanchai Moriya, molando como siempre.
Hay juegos que vas a comprar porque te los han recomendado tus amigos. Otros, porque has visto un vídeo o una reseña que te ha llamado la atención. Otros, porque sigues a un autor determinado y todo lo que saque tiene que estar en tu estantería. Y hay otros juegos que vas a comprar porque son cuquérrimos. Kodama pertenece a esta última categoría. Kwanchai Moriya, que empezó colgando garabatos en BoardGameGeek y poco a poco se ha ido haciendo un nombre en el mundillo de la ilustración de juegos de mesa, es de esos que añaden valor a un juego simplemente por trabajar en él, y una ilustración suya en la portada ya te va a vender unas cuantas copias de más, como pasa con Paco Dana o, mal que pese a algunos, Klemens Franz, cada uno en su estilo.
Pero pongamos que tienes el corazón negro o eres de esos seres extraños que piensan que Die Burgen von Burgund es bonito o que a Brass no le hacía falta un lavado de cara al tablero, y esos espíritus de la naturaleza tan monos y sonrientes no te dicen nada, que tú lo que quieres es saber qué reto estratégico te plantea el juego y si las mecánicas están bien implementadas: ¿Es Kodama, además de bonito, un buen juego o se queda en fondo de pantalla para el móvil?
Empecemos por el principio, entonces: en Kodama: los espíritus del árbol, estamos cada uno al cuidado de un árbol y queremos hacer de él un hogar al gusto de las criaturas feéricas que quieren vivir en él. Y como estas criaturas son muy caprichosas, cada cual tiene unas condiciones y gustos peculiares que tendremos que tener en cuenta a la hora de guiar el crecimiento de las ramas de nuestro árbol. ¿Y cómo vamos a hacerlo? Pues escogiendo sabiamente, en nuestro turno, una rama de las cuatro que nos ofrecen para colocarla en el árbol, solapándola a otra rama y con cuidado de no tapar ningún elemento (gusanos, estrellas, lombrices, luciérnagas, flores, hongos y pedos nubes) ni tocar otras cartas de rama. Luego nos contamos los puntos, a razón de uno por elemento de la carta que acabamos de colocar, y otro más cada vez que ese elemento aparezca en cartas anteriores, siguiendo una serie ininterrumpida.

Y, al final, nos queda una cosa tal que así.
Cuando todos hayamos colocado cuatro, ocho y doce cartas, escogeremos a uno de los cuatro kodamas que se nos habrán repartido al principio para puntuar según sus requisitos. Un kodama puede querer que haya muchos gusanos en su árbol, otro que tenga muchas ramas distintas, otro que el crecimiento de las ramas esté equilibrado y cosas así. Tras colocar doce cartas de rama y puntuar tres kodamas, el que tenga más puntos habrá ganado la partida.
Durante la partida, Kodama es de esos juegos tranquilos y agradables de jugar, ideales para tardes de café en familia o como aperitivo antes de ponerse serios con un Agricola o un Battlestar Galactica. El reto de escoger la carta más ventajosa y colocarla de modo que le saques el máximo partido sin bloquearte jugadas futuras está en un termino medio muy chulo entre el juego más familiar y el tener que pensar y estar a lo que estás. Y como en cada tercio de partida vas a tener unas normas y un kodama que contentar distintos, no se te queda la sensación de estar jugando en automático.

Tan bonitos como caprichosos.
Pero ojo, que hay que tener cuidadito de con quién lo juegas: si en tu mesa os sentáis culoduros de la maximización de puntos, puedes prepararte a esperar a que cada cual coloque sus ramas con escuadra y cartabón buscando la perfección milimétrica, y al final de la partida ten unos tapones para los oídos a mano, que te va a tocar escuchar llantos ante la asimetría de las cartas de kodama, porque salta a la vista que no son todas igual de jugosas y que las hay que combinan mejor que otras. Esto está hecho pensando en un público más casual en el que la emoción de no saber quién va a ganar hasta el mismo final pesa más que la sensación de justicia de que el mejor jugador tiene que ganar siempre (lo cual a mí me aburre soberanamente, pero allá cada cual). De todos modos, si quieres un juego más equilibrado siempre puedes hacer un draft con las cartas de kodama al principio, como en Sushi Go!, y ya todo el mundo contento.
En resumen, Kodama es un juego muy zen, sin tensiones, en el que cada jugador va tranquilamente a lo suyo preocupándose únicamente porque todo quede bonito, y que si bien quizá no llegue a ser el favorito de una colección extensa, tampoco va a decepcionar a todo el que esté buscando una experiencia ligera pero no necesariamente vacía.
Recomendado para: familias y grupos casuales poco amigos del conflicto.
Juego proporcionado por Generación-X.
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