Food Chain Magnate – América grande de nuevo

Mad Men: el juego de mesa.

Jeroen Doumen y Joris Wiersinga, 2015 – Splotter Spellen

Ficha en BoardGameGeek

Mad Men: el juego de mesa.

Años han estado preguntándome: Betote, ¿te gusta Brass?, y yo siempre que ni idea, que no lo había probado ni ganas, pero por qué, porque es mirar ese tablero y darme toda la pereza, que madre mía qué cosa más fea, que no es feo, es elegante, elegante es un chimpancé con esmoquin, Brass es feo, y mira que en estas al final me acabaron liando para jugar una partida y, qué queréis que os diga, está simpatiquete pero no es tan bueno como para justificar ese horror de tablero. Que la cosa cambie con la nueva edición que van a sacar Roxley Games está por ver, pero yo de momento me he metido como un campeón.

¿Y a qué viene hablar de Brass ahora? Pues a que si algo salta a la vista de Food Chain Magnate es lo increíblemente feo que es, aún más que la niña de los ojos del tito Wallace. Las ilustraciones de las cartas tienen quizá un puntito de sabor cincuentero (y un deje machista que vamos a querer pensar que es en plan irónico como homenaje a Mad Men), las hamburguesitas de madera están cuquis…, pero esas losetas con cuadrícula negra sobre blanco y esas casas que parecen salidas de una biblioteca de imágenes libres de derechos dan una cosica importante. Y sin embargo, resulta que en este caso el juego sí es lo suficientemente bueno como para perdonarle la dejadez en los apartados material y gráfico… A medias.

“Es un estilo sobrio que te permite centrarte en…” Venga ya. He visto prototipos más currados. Hechos por niños. Borrachos.

Pero empecemos por el principio, aunque el tercer párrafo sea un poco tarde para empezar: Food Chain Magnate es el último juego de Splotter Spellen, compañía famosa por hacer juegos duros, feos, caros y con tiradas mínimas, todo lo cual ayuda a darle un aire de elitismo que supongo que les funcionará, porque mira que llevan años y no se bajan de la burra. En este caso nos ponemos en la piel de dueños de franquicias de comida rápida que pretenden, a base de sobornos a concejales de urbanismo, guerras de precios y publicidad agresiva, convertirse en los líderes de mercado. Es uno de esos juegos económicos que no se andan con medias tintas ni se preocupan por los constructos de los puntos de victoria, el prestigio ni otras euroblandeces: aquí, al final de la partida, el que tiene más dinero es el que gana. El sueño americano.

En nuestro turno haremos algo tan simple como elegir cuáles de nuestros empleados van a estar dando el callo ese día, y buena parte de la estrategia está en hacernos con la plantilla más eficiente a base de contratar a quienes necesitemos en cada momento, formar a nuestros trabajadores y usarlos del modo más eficaz. Casi podríamos decir que estamos ante un juego de construcción de mazos al estilo de Dominion en el que, además de fabricarnos el mazo con cartas de empleados de la manera que más nos apetezca, vamos también a elegir la mano de cartas con la que vamos a jugar.

Con estos empleados haremos de todo, tanto sobre el tablero como fuera de él: contratar y formar más empleados, cocinar hamburguesas o pizzas, mandar repartidores a por bebidas, planificar campañas de publicidad, abrir nuevas tiendas o incluso construir viviendas que atraigan nuevos clientes. Y luego, claro, llega la hora de verdad: la de la cena. Cada casa tendrá unas necesidades concretas (que vendrán marcadas por la publicidad que les llegue, por supuesto), y esa familia sólo querrá cenar en un restaurante que satisfaga todas esas necesidades. Si varios restaurantes tienen el menú adecuado, irán al más barato, al que esté más cerca o simplemente al que tenga más camareras, que un buen servicio también cuenta; luego se recogen las ganancias de la noche, se pagan los sueldos correspondientes y a empezar de nuevo.

En Splotter creen en la igualdad de oportunidades: hay trabajos para hombres y cositas para que las chicas se entretengan.

Buena parte de la competición en Food Chain Magnate está en la colocación de publicidad y el control de la oferta y la demanda: como ya contaba, aquí la gente quiere cenar lo que la tele le dice que cene, como en la vida real, y cada campaña publicitaria afecta a una zona concreta y por un tiempo determinado: tenemos paneles publicitarios que sólo afectan a las casas que tienen justo al lado, campañas de buzoneo que afectan a una manzana entera, avionetas con pancartas que influyen a todos los que sobrevuelen o campañas de radio que escucharán todos los que tengan acceso a la emisora, y en cada turno se va a determinar qué campañas afectan a cada vivienda y, por ende, qué querrán cenar el próximo turno. Y claro, recordemos que una familia sólo irá a un restaurante si puede cenar todo lo que le apetece, con lo que no es nada descabellado plantar una campaña de buzoneo en el quinto pimiento sólo para hacer que esas familias que hasta entonces habían estado contentísimas con su dieta de pizza y cerveza de repente quieran cenar hamburguesas y fastidiar a Laurita, que se creía que con su chef pizzero iba a conquistar el mundo y ya está bien, oiga.

Y para completar el jaleo, tendremos una serie de mojones (vale, milestones también se puede traducir como hitos, pero dejadme con mi ilusión) que dan supermegapoderes especiales a los primeros en hacer determinadas cosas. ¿Que eres el primero en montar una campaña de publicidad? Venga, publi gratis para ti. ¿Que pones a trabajar a la primera camarera? Pues las camareras te van a dar más dinero. ¿Que tiras comida antes que nadie? Frigorífico de regalo. Y, si bien en un principio pueda parecer que las ventajas de los mojones son demasiado poderosas (y probablemente lo sean), también le dan un punto adicional de variedad y competición, ya que disponer de una ventaja u otra desde bien prontito puede marcar mucho tu estrategia y, al ir yendo cada uno a por mojones distintos, a mitad de la partida ya tenemos a cada cadena con sus ventajas y su manera de jugar propias, un poco como en Blood Rage, en el que también empezamos todos igual pero vamos diferenciándonos turno a turno hasta terminar buscando estrategias completamente distintas.

Posible cadena de restaurantes para una expansión.

No esperaba disfrutar tanto de Food Chain Magnate como disfruto, la verdad: este tablero que parece hecho adrede para decir “a ver, sabemos que vais a pagar de todos modos, frikis indignos, así que pasamos de esforzarnos lo más mínimo” y la fama de Splotter de hacer juegos excesivamente complicados sólo para que los que los compran puedan decir que son mucho más listos que los demás (a pesar de haber pagado un pastón por un tablero hecho con el Paint de Windows) me tiraban mucho para atrás, pero al probarlo me he encontrado con un juego, en esencia, sencillo, que me ofrece toda la intensidad de juegos económicos más duros sin tener que estar haciendo sumas y restas todo el rato y en el que el foco está en jugar contra los demás jugadores, no contra el tablero: no vas a ganar por haberte dado cuenta de que la regla 27.3 en su quinta excepción te permite hacer un doble turno si pagas 14 dólares exactos en la casilla 52, sino por haber sabido anticiparte a los planes de los demás y tener el punto justo de mala idea para fastidiarles justo donde más les duele. Es un juego largo que no se hace lento, y en el que nunca puedes darlo todo por ganado o perdido, que de un turno a otro todo puede cambiar. Y por esto, para mi sorpresa, no tengo más remedio que plantarle un sellaco de aprobación.

 

3 Comments on Food Chain Magnate – América grande de nuevo

  1. FCM es un pepino. Y si, podrían haberse esperado algo mas en el tablero. La principal diferencia con Brass es que en FCM si tienes la sensacion de estar enterandote de lo que pasa en la primera partida, mientras que en Brass hay una dependencia del mapa importante. Brass es de esos juegos que se disfrutan cuando conoces el desarrollo de la partida y, sobre todo, los 4 jugadores en la mesa lo dominan. En ese sentido FCM va mejor porque, ademas de escalar bien, es mas intuitivo.

  2. Yo he visto mejoras “bricomanía” del tablero mucho más bonitas, pero que terminan liandote. Así de feo (tela de feo), la verdad es que se entiende muy bien el tablero de un simple vistazo.

  3. Me alegra muchísimo ver que hay alguien en el mundo que coincide conmigo en que el Brass no es para tanto ( las 150 menciones en Twitter que sufrí el día que lo dije lo atestiguan) y de paso que FCM es un juego estupendo. El arte de montar una estructura empresarial (en forma de empleados) que funcione de manera eficaz es lo novedoso de este juego, que además te indica turno a turno si lo estás haciendo bien o mal mediante la pasta que ganas (como en la vida real, vamos)
    A ver si algún día puedo volver a jugarlo porque 2 partidas se hacen pocas.
    Un abrazo.
    Edu de JclA

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