En tu casa o donde sea – Me duele la cabeza.
Óscar García Navarro, 2017 – Pirojocs

A ver, organización…
Cuando me ofrecieron En tu casa o donde sea para reseñar, tuve un déjà vu bastante chungo, y es que el concepto de “venga, un jueguecito de cartas sobre ligotear, que es la risión” me recordaba peligrosamente a Sexy. Después de los temblores, los llantos y los tics nerviosos provocados al revivir el trauma, me repuse, me dije a mí mismo: “tú puedes, Betote, que eres un campeón” y aquí me tenéis ahora, dispuesto a enfrentarme a lo que sea por vosotros, que yo por mis Betotiers MA-TO.
Lo primero es lo primero: En tu casa o donde sea no me ha gustado en absoluto. La mecánica básica es la negociación: en tu turno ofreces un polvete (estilo o lugar), los demás te ofrecen una alternativa (lugar o estilo, respectivamente), van aplicando modificadores para hacer más atractiva su oferta con cartas de “me he echado colonia” o “tengo una fusta nueva”, o para sabotear las de los demás como con un “te huele el pozo” o “pelos donde no debería haber pelos” y cosas así. Cuando se haya escogido un candidato, otra ronda más de jugar cartas para chinchar a la feliz pareja como “se te rompe la gomita”, o para rascar puntetes por tu lado, tipo “pues me lo monto yo solo”. Que podría tener algo de interés como juego de negociación ligero, pero al final la cosa acaba reduciéndose a que todo el mundo juega todas las cartas que puede y se suman los puntos que salen del lío. Como total, al siguiente turno vas a robar una mano nueva, no hay por qué quedarse con nada en la mano.

¿Haces algo esta tarde?
Es un juego, habréis visto, muy simplón, quizá más para un grupo de amiguetes que quieran alternar un poco después de haber quemado del todo opciones más simpáticas como El espía (que se perdió) o Bang! El juego de dados, y que basa su humor en que en las cartas pone culo, y ese tipo de cosas pierde frescor muy rápidamente. Pero eso, para un grupo muy casual que busca tener algo sobre la mesa como excusa para hablar y trolearse más que vivir una experiencia temática o estratégica, puede estar bastante bien: todo el mundo hace cosas en todos los turnos, aunque las elecciones sean muy obvias, y las mecánicas te incitan a estar hablando, intentando vender tu oferta al jugador activo, y luego seguir comentando en el grupo de Whatsapp aquel momento en el que Chema se levantó de la silla para soltar su discurso acerca de por qué Patri tenía que hacerle el helicóptero a él en la cama de su abuela en lugar de a Sonia en un yate, porque él tenía un disco de Kenny G y a ella se le veía la hucha.
Y como he empezado esta reseña mencionando a Sexy, no puedo terminarla sin comentar la principal diferencia entre éste y En tu casa o donde sea, y es que en ningún momento me he sentido insultado ni ofendido por este último. Los muñequitos de los dibujos están, curiosamente, desprovistos de rasgos sexuales, con lo que solventa de un modo muy sencillo y elegante cualquier problema de inclusión y hace que se pueda sentar a la mesa gente de cualquier género y preferencia sin sentirse incómoda, algo que en estos tiempos de autocares con letreros y señores de color naranja mandando en sitios es muy de agradecer.

Ji ji ji.
No es el mejor diseño ni de lejos, los componentes no son nada del otro mundo (lo de poner el tablero de puntuación en la trasera de la caja, en fin) y el humor de las cartas es del que deja de tener gracia pronto, pero tampoco pretende ser lo que no es y, sobre todo, muestra que se pueden tratar temas adultos sin necesidad de ofender a nadie ni de tirar de estereotipos, y ya sólo por eso este En tu casa o donde sea merece mis respetos, aunque probablemente intente buscar alguna excusa si me ofrecen jugar una partida.
Recomendado para: grupos de amigotes que simplemente busquen una excusa para contarse chistes guarros.
Deja un comentario