El hombre transparente

Un día se miró al espejo y no se encontró. Ninguno de sus vecinos respondió a su saludo, el conductor del autobús cerró las puertas cuando él aún estaba subiéndose. Descubrió que era transparente. Al principio intentó por todos los medios compensar esa transparencia gritando, cambiando cosas de sitio, desesperado por hacerse notar. Fue testigo de la indiferencia de aquellos a quienes creía sus amigos ante su desaparición, y le asombraron las lágrimas de algunos otros. Poco a poco se fue resignando a su nueva condición, aún dentro del mundo pero apartado de él. Las morbosas tentativas de espiar los secretos ocultos se desvanecieron cuando hubo contemplado las suficientes miserias. Fue testigo de todas las vanas ilusiones, las absurdas iras, las lágrimas sin motivo, cada vez de manera más parecida a la del observador de insectos. El día en que el hombre transparente murió, nada cambió.

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