El cotilla

No podía soportar su vida; demasiada presión, demasiadas decisiones, demasiada responsabilidad, así que decidió dejarla de lado. Poco a poco fue construyéndose una nueva a base de pedazos robados a las experiencias de los demás. Pronto la gente que lo rodeaba empezó a experimentar lagunas: empezaron por no recordar qué habían hecho una noche, un fin de semana, un miércoles, y algunos acabaron por olvidar grandes periodos de su infancia, el día de su boda, la sonrisa de sus abuelos, el aroma de aquella piel que mordieron hacía años… El hambre del ladrón de vidas cada vez era mayor, las experiencias ajenas nunca lo satisfacían por completo, se gastaban entre sus manos como novelas baratas, y su reducido círculo de conocidos se le hacía pequeño. Recurrió al espionaje, pasaba tardes enteras en los cafés observando a los demás clientes, agudizando el oído para captar alguna conversación con que poder construirse otro falso recuerdo más… Hoy presenta un programa del corazón y devora sin piedad amores, odios y enfermedades, con la compulsión obsesiva del que espera que, alguna vez, uno de esos pedazos permanezca en él y consiga, por fin, crearse una biografía.

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