Deus: Dios no juega a los dados (pero a las cartas parece que sí)
Bueno, de momento tampoco nos volvamos locos: Deus es un juego de gestión de recursos de toda la vida, de los de poner fichitas de madera en el tablero y llevarnos puntos de victoria, y eso sí que no hay que lo cambie. Tampoco es que temáticamente sea ninguna revolución: hablamos de civilizaciones genéricas expandiéndose por un mundo genérico y haciendo ofrendas a unos dioses cuyos nombres vas a olvidar bien prontito para llamarlos “el dios rojo”, “el dios verde” y “el dios amarillo”. Pero teniendo esto en cuenta luego la cosa se pone más interesante.
La mecánica básica de Deus es la gestión de mano: tú tienes una mano de cartas, cada una de las cuales representa un edificio consagrado a uno de los distintos dioses del juego y que concede un poder especial. En tu turno tienes dos opciones: o bien construyes uno de esos edificios, pagando el coste indicado en la carta, colocando la fichita de madera correspondiente y activando todos los edificios de ese color que hayas construido durante la partida, o bien te descartas de las cartas que quieras, recibes una ventaja u otra dependiendo de cuántas cartas hayas descartado y del color de la primera de ellas y robas hasta volver a tener cinco cartas en la mano. Así explicado es bien simplote, y jugando tampoco vas a encontrar muchas dificultades más, pero dentro de esa simpleza tienes decisiones que tomar: ¿vas a intentar construir y expandirte muy rápido, o prefieres concentrar tus edificios en una misma provincia? ¿Buscas variedad de edificios para poder construir templos y ganar muchos puntos de victoria de ese modo, o prefieres construir muchos edificios iguales para activar sus poderes varias veces? Si vas a descartarte, ¿cuándo lo vas a hacer y cuántas cartas vas a descartar cada vez? ¿Vas a construir ese edificio seguro o prefieres usarlo para obtener recursos o dinero con el favor del dios de turno?
Entonces, ¿por qué tanto odio? En mi opinión, si Deus no ha triunfado más ha sido por una cuestión de expectativas. Estamos ante un juego no trivial, pero más cercano al ámbito familiar que al euro de culo duro, y esto último era lo que se esperaba de una editorial que había sacado cosas como Bruxelles 1893. Claro, si vas esperando un 1830 y te ponen en la mesa un ¡Aventureros al tren!, pues el juego te va a tirar para atrás, y eso es lo que ha pasado a grandes rasgos. Pero, sabiendo que se trata de un juego medio-ligero, en ese mismo ámbito en el que podemos encontrar cosas como Castles of Mad King Ludwig, y asumiendo que habrá momentos en los que simplemente no vas a robar el edificio que querías y tendrás que decidir si intentar adaptarte a la estrategia que marcan las cartas iniciales o forzar un curso de acción y esperar que haya suerte, estamos ante un excelente juego ligero de expansión, gestión de recursos y combinación de cartas. Si eso es lo que buscas, con Deus darás en el blanco.
Te gustará si: te gusta descubrir nuevas tácticas en cada partida y tener que adaptarte a las situaciones y a los reveses del azar.
Lo odiarás si: quieres un juego complejo en el que puedas calcular todas las variables y buscar resquicios en las reglas que te den la victoria.
Es un magnífico juego de combos, que englobaría en la misma categoría que Race for the Galaxy o el reciente Imperial Settlers, pero con mas interacción y menos azar que estos últimos (especialmente azaroso el juego de Ignacy).
Creo que es muy buen juego. Es verdad es que los que se esperaban un juego de primera linea se decepcionarán un poco, pero sin duda el juego cumple en lo más importante, divertir.