Ciudadelas: aprender a mentir.

"Amistosa partida de Ciudadelas" - Oxímoron lúdico.

Citadelles. Bruno Faidutti, 2000 – MultiSim (EDGE Entertainment)

Ficha del juego en BoardGameGeek

"Amistosa partida de Ciudadelas" - Oxímoron lúdico.

«Amistosa partida de Ciudadelas» – Oxímoron lúdico.

Mi primera partida a Ciudadelas fue desastrosa. Recuerdo que ahí estábamos los ocho sentados, un poco cansados ya de jugar a Bang! (por aquel entonces era nuestro juego grial y no queríamos imaginar que pudiera existir algo más divertido) y alguien decidió que era hora de cambiar de juego. Me enteré regular de las reglas y nunca era capaz de dar con el personaje que quería y, cuando conseguía que me pasaran el que necesitaba, siempre había algún gracioso que acertaba a asesinarme justo antes de mi jugada maestra. Que hubiera probado hacía poco Puerto Rico y estuviese intentando aplicar en éste los mismos conceptos que en aquél tampoco ayudaba, la verdad. Aguanté como un campeón sin quejarme demasiado hasta el final de la partida y decidí que ese juego no era para mí.

Años después, borracho de poder ante mi primer trabajo estable, tuve una época en la que procuraba comprarme todos o casi todos los juegos que salían. Fijaos si estoy hablando de hace tiempo que tampoco era una meta muy complicada, tanto era así que hubo un momento en el que, en mi paseo habitual para llevarme la chuchería de rigor, lo único que les quedaba en la tienda que no hubiera pasado ya el umbral de casa era ese Ciudadelas del que guardaba recuerdos tan vagos como negativos, pero el vicio consumista era lo que era y acabé, contra lo que el buen juicio aconsejaría, pasando por caja.

El origen y meta de todo mal.

El origen y meta de todo mal.

Cuatro éramos, después de la partida de rol de todos los viernes, para darle esa segunda oportunidad. Y oye, que nos encantó. Claro, es que no era plan de ir siempre a coger el personaje óptimo porque, si te veían venir de lejos, eras una víctima fácil. Y si teníamos miedo del asesino y del ladrón, ¿qué mejor manera de enfrentarnos a ello que quedándonoslos nosotros y que arreen los demás? O, mejor aún, intentar que los demás vean a Pablo como el enemigo y así puedes ir tú tan tranquilo a hacer tu jugada. En ese momento aprendí que los edificios, en Ciudadelas, no eran el objetivo de la partida: eran la excusa para el verdadero juego psicológico de la elección oculta de roles, un juego de faroles y contrafaroles implacable y del que, amigos como éramos de las puñaladas traperas y los duelos de miradas, disfrutamos como enanos.

Volvió a pasar el tiempo, mi colección es mucho mayor a pesar de que ya no pueda seguir el ritmo de comprar todas las novedades que se publican y mi vieja copia de Ciudadelas no ve ya mesa casi nunca: si antes había tan pocos juegos publicados que gritábamos pidiendo un poco de variedad, ahora tenemos tantos que no nos da tiempo a jugar a todos. Pero, de vez en cuando, sale a pasear. Nos echamos una partida con la variante de juego corto para que no se nos alargue la cosa más de la cuenta, cambiamos quizá algún personaje para darle un poquito de chispa -que son muchos años y muchas partidas ya- y siempre nos preguntamos después, ¿por qué no jugamos más a esto? Aunque luego vuelva al cajón y pasen meses antes de que volvamos a reparar en él.

El matón del patio del cole.

El matón del patio del cole.

Ciudadelas no es un juego perfecto: la posibilidad de no jugar durante varios turnos seguidos si eres demasiado obvio o tienes mala suerte con un asesino matando a lo loco está ahí, con muchos jugadores la cosa se vuelve incontrolable de más y pierde gran parte de la estrategia y, sobre todo, el juego completo se hace demasiado largo. Pero sigue siendo un juego sencillo de explicar y con un componente social muy importante al que difícilmente negaré una partida, y una de las mejores opciones para un grupo que empieza a verse las caras con el mundillo.

Te gustará si: te encantó la escena del duelo con venenos de La Princesa Prometida.

Lo odiará si: te clavan tres asesinatos seguidos y te toca quedarte de brazos cruzados mientras los demás juegan.

 

 

 

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