Cargolino Valentino – no es por no ir.
Eugeni Castaño, 2017 – Viravi Edicions

El laurel en los ojos tiene que escocer, por muy caracol que seas.
En Viravi saben que me tienen ganado desde que se tiraron a la piscina para publicar Una Noche: el Hombre Lobo, uno de los mejores modos de pasar 10 minutos rodeado de amigos (aunque luego suele ser bastante más tiempo, por aquello de encadenar una partida tras otra). Y su línea de juegos infantiles de producción propia, que iniciaron con Capitán Flint, también me pareció más que decente, así que cuando me propusieron darle una vueltecita a este Cargolino Valentino acepté más que encantado. ¿Habré hecho bien?
Veamos, primero, los componentes: dadetes con sus colorines, tablero colorido y fácil de leer, sus caracoletes troquelados (mi parte favorita, aunque habría preferido pegatinas sobre madera como en La Liebre y la Tortuga), losetitas con esos mismos caracoletes y unas fichas con conchas que hacen la vez de puntos de victoria y que tal vez sean demasiado pequeñas para un juego con este target, pero son fáciles de sustituir por cualquier otra cosa, así que tampoco vamos a crucificar a nadie por ello. En resumen, hablando de componentes, muy bien en cuanto a estética, aunque podrían haber estado mejor en cuanto a materiales: me veo sustituyendo los caracoles por peones estándar de aquí a un par de meses, y es una pena porque Chechu Nieto se lo ha currado muy bien aquí.

Ve avanzando tú, que yo tengo una cosa.
El juego bebe de dos clásicos: Carrera de Tortugas y Monza, y es casi una mezcla entre los dos: cada jugador tiene uno o dos favoritos, y lo que quiere hacer es que esos favoritos suyos queden lo más atrás posible, que para eso son caracoles. En nuestro turno vamos a tirar los cuatro dados, y los usamos uno a uno para mover o bien el caracol del color correspondiente al dado o bien cualquier caracol que esté en una casilla de ese color. No es una locura en cuanto a estrategia (no tiene que serlo), pero el nivel de decisiones está muy chulo para chavales, y tiene algún que otro momento de jugadón cuando usamos un dado para mover a un caracol y luego usamos el dado del color de la casilla para moverlo otra vez.
Cargolino Valentino es de esos juegos chulos para que peques y mayores puedan jugar juntos. El azar de los dados y el componente de puteo a la hora de mover los caracoles ajenos equilibra el campo de batalla, y la duración de la carrera está bastante bien ajustada para evitar que se haga repetitiva (el reglamento aconseja jugar dos carreras seguidas y sumar puntuaciones, aunque no estoy muy seguro de que esa sea siempre la mejor opción). Una pena que los componentes no tengan el tamaño y materiales ideales para aguantar mejor los trotes que les pueden dar los más pequeños, que son los que más jugo le pueden sacar a las mecánicas, pero por lo demás poco tiene que envidiar a otros títulos con más renombre.
Recomendado para: papás que quieran formar futuros jugones.
Juego proporcionado por Viravi Edicions.
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