Can’t Stop: Menos es más
Si no habéis jugado a Can’t Stop, a pesar de que lleve unos cuantos años fuera del mercado español, es porque no os ha dado la gana. O a lo mejor sí lo habéis jugado y no lo sabíais, porque no será por falta de implementaciones web, de juegos para móvil y de oportunidades para apañarlo en plan cutrongo. Pero vamos, que no preocuparse las personas, que aquí estoy yo para explicaros cómo va la cosa:
El objetivo en Can’t Stop es ser el primero en “cerrar” tres de los once caminos del tablero con peones de tu color, y para ello dispones de la inestimable ayuda de cuatro dadetes. En tu turno, tiras esos cuatro dados, los emparejas como quieras y avanzas tus peones una casilla en cada camino indicado por esos dados (así, si tienes 3,2,4,5 puedes subir en 5 y 9 (3+2 y 4+5), en 6 y 8 (3+5 y 2+4), o dos veces en 7 (3+4 y 2+5); una vez hecho esto decides si quieres continuar o no. Puedes repetir este proceso tantas veces como quieras pero, si en algún momento tiras los dados y no puedes avanzar, todo tu progreso de ese turno se pierde.
¿Y por qué podrías no poder avanzar? En primer lugar, porque en cada turno tienes como máximo tres caminos disponibles, que serán los tres primeros por los que avances; y en segundo, porque cada vez que un peón llega al final de un camino, éste se “cierra” y ya nadie lo puede usar. Y ahí es donde entra el factor decisiones del juego: ¿vas a emparejar tus dados buscando los caminos centrales, más seguros pero más largos, o a los extremos, que van a salir menos pero que en tres o cuatro movimientos ya habrás cerrado? ¿Cuándo es un buen momento para parar: merece la pena arriesgarse un poco más para cerrar un camino y fastidiar a los demás, o mejor ir poquito a poco como la tortuga del cuento y que los demás se estampen por exceso de velocidad? ¿Vamos a la heroica o a la mejor parte del valor?

Por supuesto, corear “¡Bien por Will, bien por Will!” cuando alguien está teniendo una racha de suerte es obligatorio en cualquier mesa decente
Can’t Stop, como muchos otros diseños de Sid Sackson, es una auténtica lección de qué es lo que hace que un juego funcione: un reglamento sencillo sin recovecos que supongan una barrera de entrada, un equilibrio entre azar y decisiones que hace las victorias satisfactorias sin que las derrotas resulten frustrantes y, sobre todo, una llamada al espíritu de competición y riesgo, una destilación de las emociones que nos hacen disfrutar en un casino sin el pequeño problema que tienen éstos de podernos dejar sin los ahorros para la universidad de Lisa. Lo demás, humo y espejos.
Te gustará si: eres de los que disfrutan con la elegancia de un diseño y quieres participar de la historia del hobby.
Lo odiarás si: crees que sencillo es lo mismo que simplón.
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