Tikal y el viejunismo rancio

Vamos en un viaje hacia un pasado muy lejano, un pasado en el que los eurogames aún molaban.

Michael Kiesling y Wolfgang Kramer, 1999 – Ravensburger Spieleverlag GmbH (2017 – Maldito Games)

Vamos de viaje hacia un pasado muy lejano, un pasado en el que los eurogames aún molaban.

Será la edad y esa sensación de que los chavales de hoy en día no saben disfrutar de las cosas buenas y tal, pero frente al alud de novedades de Essen y ese fletar camiones llenitos de cajas de juegos comprados a ciegas y que ya empiezan a verse en mercadillos de segunda mano, que ha pasado casi una semana desde que salieron y eso ya es la prehistoria, revisitar a viejos amigos y sentarse a jugar sin necesidad de buscarle los dobleces a esta nueva mecánica y sin esperar a que nada me tenga que sorprender o asombrar es algo que agradezco profundamente. Y por eso precisamente esta semana de resaca en la que todo el mundo habla de cómo tal o cual pelotazo ha decepcionado o de cuál es la joya oculta que sólo cuatro elegidos supieron ver me apetecía hablaros de Tikal.

Tikal es un juego del siglo pasado, que ahí es nada, que este año ha visto un resurgimiento por el pedazo de edición con componentes de lujo que se ha marcado la editorial Super Meeple y que, como casi todo lo que tiene una miajica de reconocimiento entre la comunidad jugona, Maldito Games ha decidido sacar en español. Que este 2017 no habrá sido un año espectacular en cuanto a novedades según los entendidos entre los que no me encuentro, pero ya sólo por haber devuelto a las estanterías cositas como Mexica, Torres o este Tikal ya habrá merecido la pena. Ya sólo nos falta una edición (ya prometida, así que mucho no tendremos que llorar) de Java para tener los cuatro títulos de la llamada Trilogía de la Máscara. Sí, ya.

Todos estos juegos tienen en común la mecánica de puntos de acción, en la que te dan una serie de puntos y en tu turno distribuyes esos puntos entre las distintas cosas que puedes hacer (saco tres muñequitos, pongo una torre y muevo a mi señor dos veces y cosas así), y una meta consistente en conseguir mayorías o control en distintas áreas, con el añadido de que el valor de esas áreas lo determinan los propios jugadores: ya sea delimitando zonas a base de canales como en Mexica, extendiendo y levantando castillos como en Torres o, aquí, excavando pirámides cada vez más altas. Pero, por muy parecidos que sean, tienen sus puntitos de diferencia y esos puntitos son los que hacen que, entre este grupito de auténticos juegazos, Tikal sea mi preferido.

Absténganse propensos al análisis parálisis.

Y el punto que para mí marca la diferencia es precisamente el mismo que hará que para muchos otros sea el peor. Me explico: si algo distingue a Mexica y Torres es que son juegos absolutamente implacables: una vez dispuesto el tablero, a partir de ahí todo lo que ocurra va a depender únicamente de lo que hagáis los jugadores: no hay información oculta, azar ni peros que valgan, si has perdido es porque los demás jugadores te han hecho perder, y si has ganado es porque no han podido pararte. Sin embargo, Tikal introduce un elemento de exploración que me recuerda a otro juego odiado por muchos y amado por mí: Carcassonne. Al principio de tu turno sacas una loseta al azar y ésta puede mostrar una base de pirámide que ofrezca una nueva zona a controlar, un claro que usar para entorpecer el camino de los demás o para montarnos un campamento avanzado, un altar en el que encontrar tesoros que nos den puntos directos o un volcán que marque una de las fases de puntuación. Y sí, puede que el azar te la tenga jurada y en una partida no robes ni una sola pirámide, vale, pero lo que ganas en variedad e incertidumbre, para mí, compensa cualquier pequeña injusticia que pueda provocar esta mecánica. De todos modos, para los enemigos del azar, esta nueva edición incorpora como variante oficial la regla casera que propone subastar las losetas para que nadie sienta que un mal turno robando le ha arrebatado su merecidísima victoria.

Un detalle que me parece muy interesante de este Tikal y que lo diferencia de muchos otros juegos de mayorías es el momento de puntuación. Como ya decía, en tu turno sacas una loseta, gastas tus puntos de acción sacando muñecos, moviéndolos para conseguir tus mayorías en las pirámides que más te interesan y descubres nuevos niveles de esas pirámides o excavas tesoros ocultos. La cosa es que, en varios momentos durante la partida, sacarás una loseta de volcán que desencadena una ronda de puntuación (como pasa en Alhambra o en Airlines Europe), pero la diferencia aquí es que, una vez pasa eso, cada jugador tiene su turno para posicionarse y puntuar sus mayorías. Combinándolo con el hecho de que a lo largo de la partida no sólo aumenta la cantidad de pirámides por las que pelearnos, sino que estas pirámides van a ir aumentando su valor, lo que conseguimos es un nivel de interacción bastante curioso: no estamos peleándonos por un mínimo espacio como en El Grande, sino delimitando nuestras zonas, buscando posiciones tanto para el presente como para el futuro.

¡Soy el rey del mundo de la selva guatemalteca!

También merece la pena que os hable un poquito acerca de la nueva edición. Tikal fue un juego que ya me gustó cuando lo probé hace casi veinte años, pero que no entró en mi colección por dos motivos: el tamaño de la caja y que los componentes eran un poquito así. La edición de Super Meeple que nos ha traído Maldito Games a España soluciona ambos problemas: nos da una caja cuadrada tamaño estándar que queda la mar de bien en la Kallax y cambia las pirámides, antes losetitas de cartulina, por figuras de resina que son una maravilla de ver. El cambio de las losetas de terreno por colores más vivos que ayudan a dar la impresión de estar explorando una selva frondosa y de los barrilitos que representaban a nuestro equipo de exploradores por minimeeples también ayuda, no nos engañemos. Y es que si uno va a estar una horita larga mirando un tablero, que lo que haya que mirar sea agradable a la vista siempre suma.

En resumen, Tikal es una de esas joyas que ha demostrado haber soportado el paso del tiempo, un testimonio de una época en la que había menos prisas y la presión por sacar un juego era menor que la que había por sacar un buen juego. Y quizá antes de gritar el Juegaken de turno ante la primera foto que vemos o engorilarnos en el último proyecto de mecenazgo que nos promete, por enésima vez, unique mechanics, deberíamos echar la vista atrás, fijar unos estándares y preguntarnos si realmente el megabombazo de esta semana merece tanto la pena como dice el community manager de la editorial.

 

2 Comments on Tikal y el viejunismo rancio

  1. Suscribo una por una tus palabras, tuve la suerte de probarlo hace una semana y ando loco por poder comprarlo, pero al parecer está agotado en todas las tiendas, se sabe algo de una próxima reimpresión por parte de Maldito? Gracias y enhorabuena por el blog

  2. Me ha encantado tu reseña, con esa apología del juego clásico contra las prisas de la última novedad..Solo comentarte, que la opción de jugar con una puja por las losetas no es una novedad de la última edición, al menos en mi versión vieja ya la contempla las reglas. Un saludo y enhorabuena por tus reseñas

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