The Last of Us y la exclusión forzada

Ya llevamos una semana desde que se emitió el último episodio de la primera temporada de The Last of Us, la serie basada en el famosísimo videojuego que revolucionó el modo de enfrentarse al medio y que no he jugado porque en cuestión de píxeles, para mí, si no lo puedo jugar en una consola de Nintendo, no existe. Y, por supuesto, tiempo ha sobrado para que los miembros de la generación de cristal, esos que no pueden enfrentarse a un producto cultural sin lloriquear porque han visto algo que no se corresponde con su visión del mundo, hayan inundado internet con sus quejas porque, oh cielos, resulta que en el apocalipsis zombi hay mujeres, negros y homosexuales.

La mayoría de estos enfurrusques han estado centrados en Bella Ramsey, a quien conocimos como Lyanna Mormont en Juego de Tronos, y que aquí interpreta a Ellie, una niña de catorce años que se embarca en un viaje en un mundo que se fue al garete antes de que ella misma naciera debido a una pandemia zombi provocada por un hongo. Estos ataques han sido causados por ofensas tan graves como no ser lo suficientemente guapa, que se ve que uno de los factores principales cuando se escoge intérprete para una niña es que dé para paja, coger una caja de tampones en una tienda o tener pelos en las piernas, porque preocuparse por la higiene personal durante la regla es algo terrible que no aporta nada a la historia, pero depilarse correctamente debería ser una prioridad durante el apocalipsis zombi.

Por supuesto, estas no han sido las únicas quejas. La serie profundiza en los conflictos inter e intrapersonales, en cómo reaccionamos ante lo impensable y qué estamos dispuestos a hacer para sobrevivir o dónde encontrar los motivos para ello. En esto veo una diferencia importante con quizá la referencia más cercana, el tebeo Los muertos vivientes de Robert Kirkman y que también os recomiendo, pero que quizá se centra más en el cómo que en el por qué. En este tebeo, Rick Grimes hace lo que puede con un único objetivo en mente: garantizar la supervivencia propia y de los suyos en primer lugar, reconstruir la sociedad en segundo. En ningún momento se plantea cuáles son sus límites o sus motivaciones, aunque en los 193 números que dura la historia habrá ocasiones para la introspección y la reflexión sobre cómo lo que han visto y hecho los personajes los ha cambiado, pero el foco siempre está en cómo van a llegar con vida al próximo arco narrativo. En The Last of Us, en cambio, no nos ofrecen ninguna respuesta o, si lo hacen, ésta no va a ser única. Y, en un mundo en el que necesitamos imperiosamente asignarle a todo una etiqueta y una trinchera, esta ambigüedad nos pone muy, muy nerviosos.

Y entonces es cuando cae la losa de «esto es demasiado político», que suele querer decir «esto menciona cosas que no coinciden con mi política» porque, afrontémoslo, cualquier obra que haya surgido de una mente humana tiene un componente político, porque la política rige la vida en sociedad. El problema es ser partisano, cansino o demagogo pero, ¿político? Eso es ser humano.

Pero como la palabra «política» está yendo cada vez más directamente camino de considerarse palabrota gracias a los esfuerzos de aquellos a los que les va muy bien que la mayoría de la gente quiera desentenderse de ella, retrocedemos asustados ante esa afirmación, y queremos poner como ejemplo aquellas obras inocentes de nuestra niñez en las que nada era político. Y mejor que, si queremos mantener la paz mental, no ahondemos mucho, porque en aquellos «buenos viejos tiempos» la ficción, y sobre todo la ficción enfocada a niños, era de todo menos inocente.

Hoy se habla mucho de inclusión forzada, y le aplicamos este término cada vez que vemos que una obra se atreve a incluir a alguien que no sea un señor blanco de brazos fuertes. Si aparece una mujer y resulta ser capaz o no nos parece lo suficientemente atractiva, ya estamos con la inclusión feminista. Como algún personaje tenga una piel algo más oscura, venga con los del Black Lives Matter. Si alguien muestra atracción hacia una persona de su mismo género, es que ya está bien con la agenda LGTBIQ+. Si se desplaza en bici en lugar de coger el coche, es que el largo brazo de la agenda 2030 tiene sus intereses puestos allí. Pero lo que nunca se nos pasa por la cabeza es que a lo mejor están representando a gente y actitudes que, oh sorpresa, existe, y a eso es a lo que no estamos acostumbrados.

Porque para los que nos hemos criado con la inocente ficción de los 80 y los 90, lo suyo es que en un grupo de gente al azar las desviaciones de la norma sean contadas y controladas: que haya un negro, vale, pero que tenga flow y rapee, que es lo que hacen los negros. Si es asiático, que hable mal el idioma y sea al que se le dan bien los números. Podemos admitir que haya más de una chica: la rubia y la morena, claro. Una con gafas si acaso para que en un episodio se las quite y se convierta en guapa. Nos han estado metiendo con calzador durante años un mundo falso, un mundo de exclusión forzada, y lo han hecho tan bien que ahora lo que nos parece falso es la realidad.

Necesitamos más obras como The Last of Us. Que nos enseñen a gente diversa, que nos ayuden a mirar a nuestro alrededor y no al minúsculo punto que nos dicen que es lo único que vale. Con gente que ame, odie, se equivoque y dude como hacemos todos, que nos muestren la vida con todas sus arrugas, sus kilos de más y sus pelos en las piernas, aunque sea con hongos zombis dando vueltas por ahí, porque tenemos mucho de lo que desintoxicarnos aún.

2 Comments on The Last of Us y la exclusión forzada

  1. «Y entonces es cuando cae la losa de “esto es demasiado político”, que suele querer decir “esto menciona cosas que no coinciden con mi política” porque, afrontémoslo, cualquier obra que haya surgido de una mente humana tiene un componente político, porque la política rige la vida en sociedad. El problema es ser partisano, cansino o demagogo pero, ¿político? Eso es ser humano.»

  2. Germán Martirena // marzo 24, 2023 en 12:39 pm // Responder

    The last of us es una obra excelsa, y punto. Y aunque si que hay obras con inclusión que no tiene sentido (lo digo así porque más que forzado son lugares donde por contexto o época no podrían existir ciertos colectivos o tendencias, o bien en ese mundo o raza fantástica no debería presentarse esa variedad específica) no es el caso de The last of us, que es nuestro mundo, y nuestro mundo es variado, guste o no guste.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde El dado de Jack

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo