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New York 1901:

Chénier La Salle, 2015 – Blue Orange Games (Morapiaf)

2-4 jugadores, 45 minutos.

Los andamios son para pringaos.

Construir cosas mola. Terminar la partida viendo la cantidad de cosas que has puesto en el tablero y decir «esto es mío» siempre da gustirrinín, ya sean las casitas de Monopoly, los muñequitos de Risk o los trenecitos de ¡Aventureros al Tren! Por eso la mayoría de los juegos que se convierten en auténticos bombazos tienen algún elemento de construcción: porque no importa las vueltas que le des con el peón al registro de puntos de victoria, siempre querrás algo que quede chulo cuando le hagas la foto y lo subas a Instagram. New York 1901 va a dar, desde luego, pie a fotos muy chulas pero, ¿merece la pena jugarlo para posturear?

En New York 1901 todo tiene un aire familiar, pero no del todo. El objetivo principal es construir edificios que luego demolerás para construir edificios más altos y así hasta conseguir un muchillón de puntos de victoria, pero también tendrás que tener en cuenta las metas secundarias que benefician al que tiene mayoría de edificios en determinadas calles o determinados tipos, o si construyes siguiendo unas directrices concretas. Pero vamos, que va de reservar solares y construir en ellos.

En tu turno puedes hacer una de dos cosas: o bien adquieres un solar cogiendo la carta del color que prefieras entre las que hay disponibles (cada color se corresponde con una zona del tablero) y colocando uno de tus señores en un espacio de ese color, después de lo cual puedes, si te apetece, poner un edificio de bronce en un solar o grupo de solares de tu propiedad; o bien demueles algún edificio para construir en su lugar otro de mayor nivel. Para poder demoler edificios y colocar edificios de plata o de oro tienes que haber llegado a un nivel determinado en el registro de puntos, y demoler un edificio no te quita los puntos por construirlo, así que la puedes liar muy parda a poco que te pongas. La partida termina cuando no hay cartas en el mazo de solares o cuando un jugador se queda con 4 edificios o menos. Se acaba la ronda, se cuentan los puntos de victoria por las condiciones especiales (que varían de partida a partida) y el que tenga más puntazos ha ganado. Ya ves tú la complejidad.

Aquí, echando el rato. #fatiguitas

New York 1901 no va a entusiasmar a los amantes de los euros duros ni a los que vean los juegos de mesa como duelos mentales, ya que en más de una ocasión lo que puedes o no construir va a ir determinado por los colores de cartas que hay disponibles y a quién le salen las más chulas, pero tampoco puedes jugar a lo loco. En las partidas que hemos echado siempre ha habido algún momento en el que uno se da cuenta de que no tiene edificios de bronce para poner en el tablero o de que el hijo de su madre de la izquierda (siempre es el de la izquierda) ha comprado justo el local que necesitabas para colocar el megaedificio de 3×3 casillas que te da 13 puntazos, esos momentos de mecagoentodoloquesemenea que hacen cualquier reunión familiar más amena.

De vez en cuando sale uno de esos juegos familiares que se convierten en un referente una vez ya has pasado la trilogía de Carcassonne, Catáno ¡Aventureros al Tren!un juego de esos que puedes sacarle a cualquiera, que vas a explicar en un tris y que van a picar lo suficiente como para que la próxima vez que quedéis para comer os digan «sácate el juego ese de los rascacielos». Y New York 1901 es el que nos ha tocado este año. Por mi parte, se ha ganado los honores más que merecidamente; ahora faltas tú.

Te gustará si: un juego sencillo, con presencia en mesa y con su puntito de sabotaje y competición es tu idea de diversión.

Lo odiarás si: te enerva que una jugada perfectamente planeada se vaya al traste por una carta que sale en el momento más inoportuno.

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