Decíamos ayer… (4 a 10 de marzo)

Tu carrera criminal ha llegado a su fin, Jack. ¡Buen trabajo, muchachos!

Esta semana ha salido más corta de lo que tocaba, y es que cuando uno está arrastrándose por el sofá y con semialucinaciones causadas por la fiebre no apetece tanto escribir sobre juegos de mesa. Por compensar la cosa, hace un año sí que hablé de algunos y lo cierto es que hubo de todo. Vamos al lío:

Frog Menu (2016: 2 2017: 2)

De vez en cuando te encuentras con gente que, por bondad, desconocimiento o ganas de quedar bien con todo el mundo, te suelta eso de «no existen los juegos malos, es que cada uno tiene su público». Desde hace un año, al que me pregunta eso le respondo que seguramente no haya jugado a Frog Menu. Mi 2 como nota es un acto de fe y pensar que alguien pueda entretenerse con este remedo de abstracto en el que ranas van saltando de nenúfar en nenúfar recolectando insectos siguiendo un patrón marcado por el último nenúfar sobre el que saltó durante un par de turnos antes de darse cuenta de que no existe equilibrio alguno entre los distintos tipos de movimiento, que éstos son en ocasiones tan restrictivos que anulan cualquier poder de decisión y que la puntuación final está explicada de tal modo que puede darse el caso de que, según se interpreten los vacíos del texto, todos los jugadores tengan motivos para decir que han ganado ellos. Que encima se pretenda vender a sí mismo con un juego educativo ya es el colmo.

Zombies vs Cheerleaders (2016: 6 2017: 6)

Me resulta curioso cómo un concepto tan popular como el Tower Defense y que, en teoría, debería adaptarse tan bien al entorno de un juego de mesa luego en la práctica no nos haya dado demasiadas alegrías aparte de Ghost Stories. Zombies vs Cheerleaders intenta eso, y la verdad es que no lo hace mal del todo, consiguiendo un juego asimétrico bastante decente en el que ambos bandos tienen decisiones intersantes. Quizá algunos problemas logísticos (como jugador zombi resultaba bastante engorroso eso de ir moviendo las cartas por filas y columnas y llevar la cuenta de qué zombi hay dónde) y, por qué no decirlo, que el tema resulte un pelín desafortunado (desde luego pinta mucho peor de lo que luego es) hayan lastrado de más a un juego que, si bien no era espectacular ni mucho menos, sí resultaba entretenido de jugar.

Doctor Panic (2016:9 2017: 9)

La verdad es que aquí estoy haciendo un poco de trampa con las puntuaciones, y es que a Doctor Panic quizás le daría un 6 o un 7 si me atengo estrictamente a mi disfrute de él como juego, y siempre voy a preferir un Keep Talking and Nobody Explodes a esta versión más analógica en la que un médico jefe le dice a su equipo los pasos que tienen que seguir para curar a un paciente en forma de pruebas de habilidad, descripciones con trampa y un poquito de caos metido de vez en cuando por la pista de audio (al menos ahora la aplicación para móviles ya existe, y eso sí es un paso), pero es que jugado con niños es la bomba. Ver a los chavales correteando de un lado para otro, pelearse con las pinzas y masajear el cojín de pedos es brutal, como brutal es lo mucho que ayuda en el aprendizaje de herramientas de comunicación, coordinación y empatía, por no hablar de competencias motoras o lingüísticas. El mejor juego para entornos educativos que probé en 2016.

Generalmente me despidiría hasta la semana que viene, pero algo habrá que hacer para compensaros por vuestra paciencia durante mi gripe galopante, así que probablemente nos sigamos leyendo este fin de semana. En cualquier caso, cuidaos mucho y no os fiéis de los cambios de temperatura repentinos. Se os quiere.

 

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde El dado de Jack

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo