Icono del sitio El dado de Jack

Reseña: Sheriff of Nottingham

Sérgio Halaban, Bryan Pope y André Zatz, 2014 – Arcane Wonders.

¡Aflojen la pasta en nombre de la Ley!

Allá por la Prehistoria, o en 2005 por afinar un poquito más, Sérgio Halaban y André Zatz crearon un jueguito llamado Jogo da Fronteira, acerca de turistas que intentaban llevarse «recuerdos» de sus visitas y oficiales de aduanas que iban a ver cómo podían aprovecharse de ello. Ese juego acabó siendo prohibido en Brasil por «animar y enseñar a los niños a sobornar a las autoridades». Y como el hecho de que una autoridad pública acepte sobornos es algo impensable en cualquier país civilizado y no había quien se creyera que algo así pudiera pasar, años más tarde y tras alguna que otra reedición cambio de tema mediante, Arcane Wonders ha sacado esta versión ambientada en la Inglaterra de Robin Hood.

En Sheriff of Nottingham somos honrados comerciantes que cargan sus carros con manzanas, pollos, pan y queso (porque el Príncipe John ha leído no sé qué de dieta disociadas y ha decidido que esos son los únicos alimentos permitidos en sus tierras) para ganarse la vida en el mercado local. Lo que pasa es que, por azares del destino, de vez en cuando en esos carros se cuelan cosillas como vino, especias o perfumes que les harían la vida más llevadera a los aldeanos y claro, eso no se puede permitir. Por eso tendrán que entendérselas con el oficial al cargo del asunto y, quién sabe, quizá un par de monedas puedan hacer que el proceso sea un poquito más rápido, ¿no cree usted, señor agente? ¿Cinco tal vez?

Si has jugado alguna vez al Mentiroso, sabes jugar a este juego: en cada ronda lo primero que vas a hacer es robar cartas hasta tener 6, pudiendo descartarte antes de las que quieras y con la posibilidad de robar esas cartas de una de las pilas de descarte; luego vas a llenar tu bolsita con la mercancía que te dé la gana y se la presentas al jugador que haga ese turno de oficial diciéndole, intentando no reírte, «llevo tres manzanas» (o cuatro pollos, o dos quesos, o cinco panes si quieres). Luego el oficial decidirá qué cargamentos deja pasar y cuáles va a inspeccionar.

En ese momento es cuando el juego empieza de verdad: si inspeccionan tu bolsa y estabas diciendo la verdad, vas a recibir una compensación por las molestias. En cambio, si hay algo que no se ajuste con tu declaración, tendrás que descartar esa carta y pagarle al oficial una multa. Pero antes siempre se pueden hablar las cosas, y puedes ofrecerle una pequeña ayuda; una, digamos, contribución a su campaña de reelección, que tal vez ayude a agilizar el papeleo y evite esas engorrosas inspecciones que tanto cansan y que dejan la espalda hecha polvo. Y si todo lo demás falla, siempre puedes recordarle amigablemente que ya te tocará a ti hacer de oficial y que arrieritos somos.

Le juro que no sé cómo ha llegado aquí esa ballesta. Será de alguno de los pollos.

Sheriff of Nottingham combina dos elementos que funcionan muy bien en un juego social: por un lado el faroleo, que funciona incluso en dos direcciones: no sólo quieres parecer honesto cuando estás mintiendo como un bellaco, sino que también te interesa decir la verdad de manera ladina a ver si suena la flauta, inspeccionan tu mercancía sin mácula y te tienen que pagar una buena compensación. Por otro lado, el tipo de negociación que se ve en una partida a este juego es muy distinto al que podemos ver en otros como Cosmic Encounter o Catán, en cuanto a que no estás haciendo intercambios ni colaborando por un objetivo común, sino pura y llanamente sobornando o chantajeando, jugando con el beneficio económico que le puedes sacar a una posición de poder, algo que puede ser muy divertido siempre que se haga de mentirijillas, no como esos turbios niños brasileños que andan sueltos por ahí.

Si algún fallo tiene Sheriff of Nottingham es más bien una cuestión de diseño: del mismo modo que a alguien a quien no le gusten hacer cuentas ni los ejercicios de optimización le va a repeler Alta Tensión, si no te gusta la sensación de que tu destino esté en manos de otro y dependas de cómo consigas camelarte a esa persona para que actúe a tu favor, o si consideras el faroleo o el engaño en un juego como un signo de deshonestidad y no quieres participar en tales ejercicios de depravación, mejor busca tu diversión en otra parte. Por suerte, juegos hay de sobra.

Lo mejor: un juego de interacción social pura que le da una vuelta de tuerca al género, y con unas partidas de duración más que adecuada (poco más de media hora).

Lo peor: vas a sacar de esa partida la diversión que tú aportes, y con gente tímida o que lleve mal ese tipo de dinámicas puede resultar un desastre.

Haz nuestra encuesta

Salir de la versión móvil