Icono del sitio El dado de Jack

Reseña: Bohnanza

Uwe Rosenberg, 1997 – AMIGO Spiel (Mercurio)

 

No sé vosotros, pero para mí que esa judía está puesta de algo.

Antes de dedicarse a publicar una y otra vez el mismo juego, Uwe Rosenberg era conocido por publicar una y otra vez expansiones para Bohnanza. ¿Qué tenían de especial esas judías con cara de haberse pasado con los tripis para provocar tal monomanía? ¿Realmente esas expansiones estaban pensadas más allá de «a ver qué juego de palabras me invento ahora con Bohn (judía en alemán)»? Y, lo que es quizá más importante, ¿cómo es que un juego publicado en 1997, que es prácticamente la Prehistoria cuando hablamos de esta industria, sigue reeditándose y jugándose?

«Plantar judías nunca fue tan divertido», dice el texto de contraportada y, si eso no os atrae, yo no sé qué deciros ya porque, ¿qué actividad hay más descacharrante que plantar judías? Esas risas cuando empezaban a verse raíces surgir del algodón mojado que habíamos puesto en el frasco de yogur, esas carcajadas cuando, invariablemente, el tallo se partía por no haberlo atado a un lápiz… ¿Qué, que no era eso el colmo de la diversión? ¿Que necesito ayuda? Pues estamos buenos. Pero, lo que es más importante aún, seguimos sin encontrar el secreto del éxito de Bohnanza ya que, según parece, el cultivo, recolección y venta de distintos tipos de judías no es un tema excesivamente atrayente que digamos. ¿Qué dices, Robin? ¿Que puede que sea por las reglas? Es una locura, pero podría funcionar. ¡Rápido, al Judiamóvil!

Nananananananana

Bohnanza es, ante todo, un juego de negociación, y todos sus elementos están pensados para forzar esa negociación. La idea básica del juego es que queremos reunir sets de judías de un mismo tipo en nuestras plantaciones para luego venderlas por el máximo beneficio posible. Cada turno empezamos con la opción de plantar una o dos judías de nuestra mano, pero con una pequeña restricción: tienen que ser las primeras en haber llegado a ella. Esto hace que, si terminamos nuestro turno y vemos que la judía que nos vamos a ver obligados a plantar no nos conviene, ya nos podemos dar prisa en deshacernos de ella endosándosela a algún otro jugador pero, al mismo tiempo, tampoco queremos parecer desesperados para intentar conseguir un trato beneficioso y sacar algo a cambio. Del mismo modo, en cada turno nos van a aparecer dos judías salvajes que podremos plantar o cambiar, pero no descartar; es decir, que si no conseguimos deshacernos de una judía que no nos hace especial ilusión plantar puede obligarnos a vaciar uno de nuestros campos para hacerle sitio, con lo que tendríamos que empezar prácticamente de cero otra vez.

Otros juegos de negociación pueden acabar permitiendo un «modo solitario»: en Catán puedes intentar una estrategia de comercio exterior con puertos, en Cosmic Encounter puedes pensar que tu poder y tus cartas te van a permitir ganar sin contar con nadie e incluso puedes intentar acercarte a Nothing Personal buscando estrategias puramente personales (otra cosa es que vayas a conseguir algo jugando así), pero en Bohnanza siempre tienes alguna carta que te sobra y amenaza con arruinarte tus proyectos de futuro, siempre aparece alguna judía que necesitas desesperadamente en el turno del contrario y, en general, siempre hay algo que te impide jugar en silencio.

No todo va a ser bueno, por supuesto, y ningún juego va a ser perfecto para todo el mundo. El azar a la hora de robar cartas puede echar para atrás a algunos, el mantener todas las cartas de la mano en orden puede dar lugar a algún momento de despiste (yo mismo tengo mucha manía de barajar las cartas de mi mano, que cogí cuando jugaba torneos de Magic: el encuentro y no se me ha quitado), y en las primeras partidas tienes que estar preparado para repetir una y otra vez cuándo se puede recolectar un campo y cuándo no (resumen: no puedes recolectar un campo con una judía si tienes otro campo con más de una) pero, si quieres vivir durante media hora en medio de un bazar y gritar tus mercancías al viento, tienes pocas opciones mejores.

Lo mejor: los mecanismos que te fuerzan a negociar y hacen que no puedas jugar callado.

Lo peor: para ser un juego muy sencillo, hay un par de reglas que cuesta recordar.

Haz nuestra encuesta

 

 

 

Salir de la versión móvil